Ayer vi un video titulado "Cómo ganar dinero siendo vos mismo". Me pareció una idea imposible. Si ya siendo gratuito no me consumen, ¿imaginate poniéndome un precio? Igualmente, le di play.
La persona empezó diciendo que esto era muy sencillo, y que todos podrían lograrlo sin mayores dificultades. Y enseguida develó el secreto: "Filmá todo con tu celular y monetizalo".
"¿Hacés ejercicio? ¡Compartí tu rutina con los demás! ¿Te gusta comer? ¡Reseñá platos! ¿Tocás un instrumento? ¡Mostrá tu talento! ¿Sos una persona muy sexual? ¡Cobrá por tus fotos y videos!".
"Eso sí, abrite un canal distinto para cada cosa, así tu contenido no se pisa", sugirió, y remató: "Si no ganás plata siendo vos mismo, ¡es porque no querés!".
Y mi primera reacción fue: "¡Qué bueno, voy a ganar plata, lo único que tengo que hacer es filmar absolutamente todo lo que hago!".
Aunque, luego, siguió otro pensamiento: "Che, pero también tengo que editarlo, ¿no? Y tengo que hacer varias tomas para ver cuál sale mejor...", y así fui escalando hasta llegar a la conclusión de que sería una labor titánica. Pero si había plata en el medio, lo iba a hacer. Sin plata y sin amor no se puede vivir.
Horas después, mientras estaba en la fila de la panadería, me asaltó una reflexión: "Pero si vivo mi vida para monetizarla, entonces, ¿mi objetivo, eventualmente, será ir moldeándome para generar más ganancias? Es decir, ¿voy a empezar a hacer de mi vida lo que el público demande o espere de mí?".
"Sí, exactamente. Pero eso es lo que hacemos con los demás siempre, haya plata o no involucrada, simplemente es parte del comportamiento humano", dijo en voz alta un hombre que estaba atrás mío en la fila. "¿Señor, me está hablando a mí?", pregunté, azorado por su capacidad de leerme la mente. "No flaco, le estoy mandando un audio a un amigo, ¿me podés dejar de molestar? Desubicado".
Le pedí disculpas, pero volvió a agredirme: "La gente alta siempre es pelotuda, eh, no les llega el agua al tanque, por eso son tan torpes". "¿Puede dejar de agredirme, señor?", consulté, y respondió: "No tengo por qué tratarte bien si no hiciste nada por mí". "¿Qué puedo hacer para que me trate bien, entonces?", indagué.
"No sé, a ver, bailá un poco". Enseguida empecé a bailar, mientras el tipo se reía. "A ver, sacate la remera", pidió, pero me negué. Entonces, empezó a aplaudirme, y me sentí tan hermoso por ese gesto de aprobación, que me saqué la remera. El tipo miraba con lascivia: "Che, me calenté un poco, a ver, mostrame la verga", exigió.
Me negué, pero esta vez me ofreció mil pesos. "¿Podemos hacerlo en otro lado? -pregunté- Acá hay gente mirando". "Me calienta que haya gente mirando, dale, tomá 2 mil pesos". Como yo cobro 26 mil por mes trabajando 8 horas, me pareció una suma muy considerable por un baile, así que acepté.
Una vez que terminé mi danza, me volví a vestir, e hice mi compra en la panadería. La gente que estaba en el local se limitó a grabar con su celular, y algunos a reírse. Al principio eso me preocupó, pero luego entendí que era una oportunidad: Si el video se viralizaba, sería mi salto definitivo a la fama. Y cuanto más famoso sos, más plata podés hacer monetizando tus videos siendo vos mismo.
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