-A veces me gustaría que las personas fueran un poco más parecidas a los perros.
-¿Cómo?
-No sé, o sea, incluso con vos me pasa. Mi perro, cada vez que llego, está contento de verme, es su alegría máxima. Y vos, en cambio, como que lo re das por sentado, como "ah, llegó mi novio, bueno, ok, nada en especial".
-Vos sabés que tu perro, cada vez que te vas, piensa que te vas a ir para siempre, ¿no? O sea, así de bajo es su nivel intelectual. Perdoname por ser más inteligente que un perro.
-No digas eso, suena horrible. Me refiero al cariño incondicional, eso es lo que me gusta.
-¿Tan poco te quisieron como para que, en tu mundo ideal, tu novia se comporte como un perro?
-No tergiverses mis palabras.
-No las tergiverso. Vos tenés una catástrofe psicológica terrible y no la querés enfrentar.
-Y vos la tenés re clara en todo, ¿no? Siempre que te planteo una inseguridad me hablás mirándome desde arriba, pero yo te vi llorar y sufrir también.
-Sí, pero lloré cuando se murió mi mamá, y cuando me echaron del laburo. Lloro cuando cosas que no puedo manejar afectan negativamente a mi vida. Vos sufrís por tus propias limitaciones emocionales.
-¿Y no pensaste que, quizás, yo no puedo manejar mis emociones?
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