viernes, 12 de marzo de 2021

Magia negra

El órgano sonaba de fondo evocando cuatro acordes menores sin audacia y fáciles de seguir. La atmósfera ya estaba creada: El recuerdo se repetía una y otra vez. 

Ella estaba al otro lado de la mesa, pequeña pero infinita. Mirábamos el escenario sabiendo que nuestros pies estaban cada vez más lejos de la tierra. Pero en el bar nadie se elevaba, y todos temían. 

-¿No somos maravillosos? -me preguntó.

-No creo -respondí- aunque vos sí -agregué, con galantería.

-Ningún animal es capaz de crear esto -continuó, ignorando mi comentario- la música existe sólo porque la inventamos nosotros, y la usamos para hacer magia.

-¿Magia? -indagué.

-Sí, ¿qué es, si no, traer recuerdos a la vida con una melodía?


Las luces se volvieron más tenues, y nuestro mundo se volvió azul. Nadie nos esperaba afuera. 

El tecladista seguía tocando los mismos acordes, con la cabeza completamente inclinada hacia su piano. La abstracción era total y nadie hacía nada al respecto. 

Ella soñaba en silencio mientras yo la miraba. Desde que la conocí, no pude mirar otra cosa. Enfermé de amor, como todos los que no lo merecen. 

Asomé mi mano al vacío, pero no hubo respuesta. Ni siquiera notó mi intención.

-¿Dónde estás? -pregunté.

-No quiero que esto termine -me confesó, con lágrimas en sus ojos. 

-Perdón -fue lo único que me salió decir.

-Las distancias desaparecen de a poco. Me aterra que todo termine pasando en un mismo rincón.

-Está lleno de rincones, pero la habitación siempre es la misma -aseguré.

-Somos almas perdidas dando vueltas en una pecera.

Me sonreí.

-Es cierto que la música hace magia -contesté sonriendo, pero no reaccionó. 


El mundo todavía era azul. La melodía del órgano seguía inmutable. Ella me miró con tristeza:


-Ojalá pudiera amarte como antes.


















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