Y al fundirme en tu abrazo
entendí finalmente
que si no habláramos ningún idioma,
nuestros cuerpos ya sabrían
que vos y yo somos amor.
¿Y para qué tantas cartas?
¿Y para qué tantos libros?
¿Para qué tantas historias contadas,
para explicar lo complejo que es amar?
Si alguna vez la voz fue bruta e imperfecta,
y aun así, entendíamos qué era.
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