Él llegó agitado, ella, usando un vestido azulado, lo saludó.
-¿Qué pasó? ¡Estás empapado! -preguntó al chico.
-Es que me agarró la lluvia y, obviamente, no traje paraguas. Corrí para llegar lo menos mojado posible -contestó el jovencito.
-Bueno, ¿querés que vayamos entrando?
-Esté medio muerto este lugar, ¿no? Qué lindo vestido tenés.
-No esperaba el piropito, ¡gracias! Sí, mejor que esté muerto, así podemos hablar.
-Adelante, entonces.
Ambos entraron al restaurante, se sentaron, y ella preguntó:
-¿Te costó llegar? Está mal ubicado este lugar…
-Más o menos, pero hace rato quería verte, y me terminó dando un poco lo mismo cuánto tenía que viajar.
-¡Yo también quería verte hace mucho!
-¿Dónde nos deja eso?
-Y… no sé, ¿qué pensás de mí, ahora que me viste?
-Bueno, llegamos hace unos minutos…
-No, bueno, ya sé, a ver… ¿me parezco a las fotos que subo? Ja ja.
-Ja ja, sos muy parecida.
-¿Pedimos rápido? Yo con una pizza me conformo.
-Dale, ¿muzzarella?
-Sí, y dos… ¿aguas gasificadas?
-¡Eso mismo! ¿Cómo sabías que quería eso?
-No subestimes mis habilidades para investigarte, ja ja.
-Ok, no lo haré ja ja.
El mozo se acercó, y pidieron lo que habían convenido, aclarando que querían que trajeran la comida y la bebida al mismo tiempo. Segundos después, se largó, con la orden en sus manos.
-¿Y, ahora? -preguntó ella- ¿qué sigue?
-Hablar hasta que llegue la comida.
-Tengo que mostrarte algo.
-¿Qué cosa?
-Prometeme que no te asustás.
-Lo prometo.
-¿Seguro?
-¡Sí! Ahora me intrigaste…
Ella sacó su celular del bolsillo y, tras buscar un instante, mostró la pantalla al chico, donde había una foto de él.
-¿La tenés de fondo de pantalla? -indagó él.
-No, no. Tan loca no estoy. Pero la tengo entre mis fotos guardadas, perdoná, es que sos muy lindo…
-¡No me pidas perdón! Me siento halagado.
-Vení.
-¿Cómo?
-Acercate un poco, que te tengo que decir un secreto.
Él se acercó, pero no hubo secreto. En cambio, ella lo besó sorpresivamente, sin que el chico mostrara señales de indignación.
-No quería decirte ningún secreto -acotó ella, luego del beso, risueña.
-Me di cuenta… ja ja.
-Teneme paciencia, acabo de salir de una relación…
-¿Por qué me recordás eso?
-Porque tal vez pensás que estoy mal de la cabeza, pero en realidad lo que me pasa es que hace mucho no conozco a alguien que me haga sentir tan bien.
-¿Yo te hago sentir bien?
-Sí, me gustás, me gusta que seas buen chico, que hayas venido hasta acá para que nos viéramos. Es muy lindo lo que está pasando, no puedo evitar emocionarme.
-Sos adorable -dijo él, al tiempo que tomó su mano.
-¡Me diste la mano! ¡Es amor! ¡Es amor! Ja ja…
Esta vez, el que se acercó fue el chico, que la besó con más intensidad que antes.
Continuaron así por un rato, hasta que el mozo apareció con el pedido, esperando a que el ritual amoroso finalizase.
Durante la comida, la charla no abundó. Ella comía con ganas, comentándole algo cada tanto, y mirándolo fijamente cuando él estaba concentrado en alimentarse.
Cuando los platos quedaron vacíos, el muchacho preguntó:
-¿Te jode si me siento al lado tuyo?
-Claro que no… -aseguró ella, sonriendo.
Él se acomodó a su lado y ella, sin esperar un minuto, volvió a besarlo. Sin embargo, en esta ocasión la chica redobló la apuesta, y tomó la mano de su compañero, para ponerla sobre uno de sus pechos. El chico se resistió, y ella frenó:
-¿Qué pasa? ¿No te gusto?
-Sí, obvio que me gustás, pero no quiero que nos toquemos así acá… hay gente -argumentó él.
-¿Vamos al baño?
-¿Qué?
-Que vayamos al baño, y dejamos las cosas en la mesa, para que no piensen que nos fuimos.
-Eh… no sé, nunca hice esto…
-Mejor, te voy a sacar la vergüenza, lindo. Andá a la puerta del baño, y esperame -contestó, a la vez que lo empujó suavemente, para que dejara de dudar.
Él se levantó, bajó al subsuelo (donde estaban los baños) y esperó en la puerta. Ella, al rato, estuvo ahí.
-¿Hay alguien adentro? -consultó la chica.
-No -dijo él- no hay nadie.
Ella lo llevó de la mano hasta adentro, y se metió en uno de los compartimentos. Allí se besaron otra vez, y la joven condujo la mano de su compañero de romance hasta sus pechos y, más tarde, entre sus piernas. Mientras tanto, con sus propias manos, se encargó de dejar al jovencito con el pantalón desabrochado.
-Vení -susurró ella, al tiempo que se ponía de espaldas- cogeme, me gustás, me gustás mucho.
-No tengo preservativo… -contestó él.
-No importa, tomo pastillas, por favor dale, ¿no ves que me muero por estar con vos?
Sin dudar más, tuvieron sexo durante algunos minutos, entre gemidos sigilosos, palmadas suaves, y tirones de pelo. Pasado ese rato ella sugirió, con mucha agitación:
-Acabame y volvamos arriba, ya hace mucho tiempo que estamos en el baño…
Obediente, el chico dejó fluir su pasión entre las piernas de la chica y, una vez que terminaron de acomodarse la ropa, salieron del baño. Él subió primero, y ella un momento después.
Todavía exaltados, esperaron un rato sentados, pagaron la cuenta y, entre risas cómplices, se fueron.
Ya en la calle, ella habló:
-¿Te gustó?
-Claro que me gustó…
-¿Querés que se repita?
-Me encantaría.
-Vamos a mi casa entonces, ¿o tenés algo que hacer?
-No, no tengo nada que hacer.
-Entonces vamos pero, antes, tengo que preguntarte algo.
-¿Qué cosa?
-Es una formalidad, ¿tenés novia?
Él se quedó callado varios pasos, sin mirar a su interlocutora que, con tono desesperado, arrojó:
-Oh por dios, tenés novia, la puta madre. Yo sabía que un chico como vos no podía estar soltero, ¡qué tristeza, qué tristeza!
-…
-¿Por qué me ponés esa cara? Es una joda, ¿no?
-Sí. Estoy soltero.
-¡Maldito! Ja ja. Me habías derrumbado todo lo que había imaginado.
-¿Qué imaginaste?
-Y, ya nos veía de novios, saliendo a pasear seguido, yendo a tu casa y vos a la mía.
-¿Saliendo seguido?
-Sí, no sé si como novios, es una forma de decir, pero por lo menos “en algo”.
-¿Saliendo seguido?
-¿Qué pasa? ¿Te taraste con eso? Ja ja.
-Yo no quiero salir seguido.
-¿Y por qué?
-No sé, quiero salir cuando quiera, no meterme en una responsabilidad. No me malinterpretes, me gustás, pero ese compromiso es algo a lo que le vengo escapando, justamente porque me gusta manejar mis tiempos como quiero.
-Pero no te voy a obligar a salir, tonto.
-¿Tampoco vas a reclamarme si no nos vemos en dos meses?
-¿Dos meses? No te gusto mucho entonces.
-Así son mis tiempos, prefiero aclararlo ahora antes de que nos peleemos por eso.
-Dos meses es demasiado, a mí me gustás de verdad, no puedo pasar tanto tiempo hasta verte otra vez. Sé que hoy nos vimos por primera vez pero, todo lo que pensás, cómo te expresás… desde hace largo tiempo que fantaseo con conocerte, incluso antes que habláramos.
-A mí también me gustás de verdad…
-¿No podrías hacer un esfuerzo para verme más seguido?
-¿Te gustaría que te viera por esfuerzo?
-No. Pero dale, vengo muy dolida de mi anterior relación, y estoy muy emocionada con haberte visto y haber hecho todo lo que hicimos hoy, realmente creí que me iba a llevar meses lograr que accedieras a estar conmigo. No sé, hasta creo que me enamoré.
-Cuidado con eso.
-¿Por qué? Me dijiste que no estás con nadie más, me puedo enamorar tranquila de vos. Estás disponible.
-Sí, lo digo más que nada para que no te hagas la película antes de tiempo.
-Vos no estás enamorado.
-No, y creo que vos tampoco.
-Pero sí estás contento que nos viéramos, ¿no?
-Obvio que sí, ¡te habrás dado cuenta!
-Sí… ja ja, me llevó mil años limpiarme. Lindo.
-… mirá, si querés, podemos tener una relación abierta.
-¿Qué? ¿Cómo que, “si quiero”?
-Me encantaría volverte a ver, pero que sea algo… libre.
-Eso quedaba sobreentendido, ¿hacía falta que lo dijeras?
-Ahora creo que no hacía falta.
-Yo estoy segura que ahora mismo estás viéndote con alguien y no me lo decís.
-¿Perdón?
-Sí, que no tengas novia no significa que no te veas con alguien. Andá a saber con cuántas hacés lo mismo que conmigo…
-¿Lo mismo que con vos?
-Eso de verse, coger en el baño, y después decirle que no querés nada serio.
-Bueno, perdoná si te ofendo pero, por cómo se te ocurrió lo del baño, la que parece que hace esto seguido sos vos.
-Dejate de joder, ¿me tratás de trola ahora?
-No de trola, pero si vos usás ese argumento, yo puedo decirte que la que la tenía clara con lo de dejar las cosas en la mesa, para que los mozos no pensaran que nos fuimos, eras vos.
-¿Y?
-¿Lo hiciste con alguien antes?
-¡Qué te importa!
-Entonces no me juzgues a mí por si me veo con alguien más.
-No te juzgo, pero me parece un mamarracho que hagas esto con más de una, las mujeres tenemos sentimientos, nos gusta comprometernos con alguien que nos gusta, no como vos, que tenés un amor de “cada dos meses”. Por favor…
-…
-¿Qué?
-Ya no quiero ir a tu casa.
-No te enojes…
-¿Cómo no me voy a enojar? Me da bronca que me trates así gratuitamente.
-Vos empezaste.
-Bueno, dale, sí, empecé yo. Como quieras. Me voy.
-¡No te vayas!
-Me quiero ir, no tenías por qué hacer este problema.
-¡Vení conmigo!
-No.
-…
-Me voy.
-Bueno, andate, hacé lo que quieras.
Él emprendió el camino hacia la parada del colectivo y ella, que se había quedado quieta en el lugar de la discusión, le gritó:
-¿Sabés qué? ¡No tomo pastillas! ¡Te mentí!
Sin darse vuelta, el muchacho siguió caminando, ella lanzó un par de insultos al aire, y la noche despidió al encuentro entre los dos.
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