miércoles, 11 de marzo de 2020
Mila & Bianca - Parte 20
Mila se despidió de Lucas con sequedad en la puerta, y salió caminando a paso ligero entre la noche. “¡Nos vemos mañana, hermosa!”, gritó él, mientras la miraba partir. Mila no respondió.
Cuando llegó a su casa, fue directamente al baño, se miró frente al espejo varios segundos, y comenzó a lavarse los dientes. Mila movía con fuerza el cepillo, pasándolo por los dientes y la lengua, hasta que comenzó a escupir. Escupió una y otra vez, alternando miradas frente al cristal que tenía enfrente, y cada tanto observaba cómo el dentífrico mezclado con sangre quedaba pegado en el lavamanos.
Luego abrió la canilla y, mientras todo corría hacia la cañería, Mila trató de disimular sus lágrimas, como si su reflejo fuese a decir algo al respecto.
Más tarde se metió a la ducha, y se bañó durante un largo rato, refregándose intensamente cada parte de su cuerpo. Al terminar, miró un mensaje de Lucas que le decía que la había pasado bien y quería volver a verla. No contestó y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, no había electricidad. Mila intentó encender y apagar la energía, pero nada ocurrió. Al revisar su celular, se dio cuenta que tampoco tenía señal. Afuera llovía y la calle comenzaba a hacerse barro.
Ante esta situación, sacó a la puerta a Picho y, una vez que hizo sus necesidades, volvió a entrar. Nuevamente dentro de su casa, se puso a jugar con una aplicación de su teléfono, y así estuvo un tiempo prolongado.
Horas después, alguien tocó la puerta. Mila miró por la ventana: Era Lucas.
-¡Mila! ¡Hola! -gritó él.
Tras dudar unos instantes, Mila se asomó por la ventana y preguntó:
-Hola, ¿qué pasa? ¿No estás laburando a esta hora?
-No laburo hoy, ¿qué onda que no me contestás los mensajes?
-No tengo señal, por eso no contesté.
-¿Ayer a la noche tampoco tenías señal?
-Ayer llegué y me fui a dormir al toque -mintió ella- ¿Qué te pasa?
-Si tenés algún problema conmigo decímelo, no me bolacees, porque ayer la pasamos re lindo y ahora te hacés la otra y no me cabe eso a mí -apuró él, con tono de víctima.
-Está todo bien, Lucas, no entiendo qué pasa, ¿qué te agarró? Quedate tranquilo, no tengo ningún problema con vos -calmó ella, con algo de preocupación.
-Bueno, si está todo bien paso a tomar unos mates, ¿dale? -sugirió él, con romanticismo bélico.
-¿Y si nos vemos después? Todavía me tengo que bañar y la casa está hecha un desastre, después te escribo y arreglamos.
-¿Y si no hay señal cómo hacemos?
-Va a volver la señal, debe ser algún problema con una antena -aseguró Mila.
-Ta’ bien, después te mando mensaje.
-Dale, gracias por entender.
-¿Me das un beso, hermosa? -pidió él antes de irse, acercándose a la ventana.
-Sí, obvio -dijo ella, y Lucas abrió la boca para meter su lengua dentro de Mila, que apretaba los ojos cerrados con rechazo mientras sentía la saliva de Lucas escurrirse entre sus dientes.
Una vez terminado el beso, Mila modificó su gesto hasta lograr una sonrisa, y volvió a prometerle a Lucas que se verían más tarde. Él, más tranquilo, emprendió camino a su casa pero, antes de darse vuelta, garantizó que vendría por su cuenta si ella no le escribía, y agregó: “Yo te voy a tratar como nadie, Mila, y te voy a cuidar como cuando éramos chiquitos y nos asustábamos de algo, ¿te acordás cómo me abrazabas para que te cuidara?”. “Sí, me acuerdo”, respondió ella con una sonrisa incómoda, y él se fue.
Minutos después, ella se paró en el centro de la casa y comenzó a mirar alrededor. Picho, el perro, se le acercó mientras movía la cola. Ella lo acarició, y comenzó a hablarle en voz alta:
-A ver, Pichicho, intentemos esto.
Mila tomó una silla y la puso contra la puerta.
-A esta puerta de mierda la tirás abajo en dos patadas.
El Picho seguía moviendo la cola.
-¿Y si pongo la mesa?
Mila tomó la mesa y la puso contra la puerta. Luego miró hacia la cocina, y buscó un cuchillo entre los cubiertos. Tomó el más largo, el que su madre usaba para cocinar, y lo alzó a contraluz. El Picho la miró de reojo y su cola dejó de sacudirse.
-No me mirés así, tonto, ¡no te voy a comer!
El perro entonces se le acercó a sus piernas y se dejó caer sobre las mismas, como si estuviera aliviado. Mila sonrió.
-¿Si alguien me quiere lastimar vos me cuidás, no? Tenés pinta de valiente.
En ese instante, el perro se puso panza arriba y abrió las piernas, ante la risa de Mila.
-Si de vos depende mi seguridad, estoy al horno, bebito -acotó, jocosamente- Creo que estoy medio paranoica -comentó, abandonando el chiste, mientras miraba los muebles desordenados y el cuchillo- voy a bajar un cambio mejor.
Luego de quedarse acariciándolo un rato en el piso, se levantó y volvió a poner todos los muebles en su lugar. Se sentó en una silla y, nuevamente le habló al perro:
-Pichicho, escuchame, vas a ser mi coartada. En unas horas vamos a salir a pasear y vamos a estar un largo rato afuera, así Lucas no me rompe las pelotas, ¿qué te parece? Hm, pero está lloviendo, así que te tengo que abrigar primero... -añadió, como si estuviera pensando en voz alta, y buscó el sweater del animal. El único que encontró era de color violeta y tenía manchas de lavandina- Perdón, bebé, es lo más elegante que conseguí, pero vos sos tan lindo que ni este sweater feo te hace quedar mal -se disculpó, mientras se lo ponía y el perro accedía alegremente.
Horas más tarde, Mila le envió un mensaje a Lucas diciendo “Hola Luqui, vení si querés”, pero el mismo no llegó, ya que todavía no había vuelto la señal ni la electricidad. Entonces, le puso la correa a su perro, y salió a la puerta con él. Una vez que la cerró con llave, se dispuso a ir para el lado contrario de la casa de Lucas, pero alguien la llamó desde atrás:
-Eu, Mila.
-Hey, Luqui, ¿qué onda? Estás empapado... -señaló ella, conteniendo su expresión ante el fiasco que resultó su plan.
-¿A dónde vas? -preguntó él, sin dilación.
-A pasear a Picho.
-Ah, te acompaño.
-No hace falta Luqui, ahora en un ratito vuelvo y tomamos unos mates, si querés paso por tu casa así no te quedás esperando acá.
-Nah, mejor te acompaño.
Mila le sostuvo la mirada en silencio unos segundos, pero Lucas no dio el brazo a torcer: “Dale hermosa, vamos juntos”, apretó él, y ella accedió.
El paseo consistió en dar una vuelta manzana prácticamente callados, hasta que volvieron a la casa de Mila. Esta vez, Lucas fue invitado a pasar, aunque no con mucho convencimiento por parte de ella. Picho se acomodó al lado de la mesa de la cocina, donde Lucas tomó asiento.
Ella preparó un mate y, siempre de pie, le iba convidando a su invitado.
-¿Qué onda? ¿Estás sola mucho tiempo más? Me puedo quedar estos días con vos... -propuso él.
-No, parece que vuelven hoy al final -mintió Mila.
-Ah, ¿y cómo te enteraste? Si no hay señal...
-Me escribió ayer.
-No me dijiste.
-No, me olvidé.
-Sos re linda, Mila -halagó él, cambiando de tema.
-Gracias.
-Me re gustó lo que hicimos ayer.
-Me alegra saberlo.
Entonces Lucas se levantó, intentando poner tono seductor. “Me encantaría que lo volviéramos a hacer”, le susurró al oído, mientras agarraba a Mila de la cintura, que en ningún momento soltó su mate. Lucas entonces le dio un beso y, nuevamente, Mila le siguió la corriente como pudo.
-¿Querés que vayamos a la cama? -preguntó él, todavía con tono seductor.
-Hm, ¿no querés seguir tomando mate? Lo acabo de preparar, tengo unas pepas también, así comemos algo.
-Podemos tomar mate después. Dale, hermosa, ¿no querés que estemos juntos otra vez? -preguntó, mientras Mila sentía rozar la erección de Lucas contra su cuerpo.
Ella no respondió.
Lucas la tomó de la mano y empezó a llevarla hasta la habitación de la madre de Mila, que tenía una cama de dos plazas pero, de repente, ella lo frenó:
-Pará, no, no quiero.
-¿Por qué no?
-Otro día si querés, pero ahora no, por favor.
-¿Por qué no querés?
-Porque no tengo ganas, Luqui, por favor, ahora no.
-Un ratito nomás, te prometo que acabo rápido.
Mila volvió a quedar en silencio, y Lucas la volvió a llevar de la mano hasta la habitación, pero esta vez ella hizo fuerza para que él no la moviera, resistiendo en su lugar.
-Bueh, tampoco para que te pongas así -reprochó él, con fastidio.
-Te dije que no quiero, Lucas.
-Pero si ayer querías, no entiendo -replicó, evidentemente molesto.
-¿Estás segura de que ayer quería?
-Sí, si cogimos y estuvo re bueno.
Mila lo miró, como esperando que él agregara alguna reflexión pero, como no ocurrió, retomó:
-No quiero coger ahora, Lucas, es así de simple, ¿cuántas veces tengo que decirlo para que lo entiendas?
-¿Tan así te vas a poner?
-Sí, “tan así” me pongo. Porque hoy te fuiste diciendo que me ibas a “cuidar” y no sé qué, y esto no es cuidarme.
-Bueno, disculpá Mili, mala mía, disculpá.
-Ya fue, ya está. Y decime Mila, por favor.
Ambos quedaron callados, y ella pidió:
-Me gustaría estar sola ahora, si no te jode.
-¿Por qué querés estar sola?
-Porque no me siento bien, prefiero estar sola.
-Yo te quiero cuidar como te prometí, Mila, ¿No te sentís bien? ¿Qué te duele?
-No me duele nada, sólo que a veces necesito espacio para mí, y no estar con gente.
-Ah, mirá vos...
-¿Qué pasa? ¿Por qué lo decís así?
-Porque me suena a excusa para echarme.
-No, no es eso, si fueras otra persona estaría diciendo lo mismo, en serio.
-Nah, me estás re despreciando.
-No, Lucas, no te lo tomes así, son unas horas que necesito, después nos vemos si querés, ¿qué te parece?
-No me cabe que me desprecies, re fea tu actitud. Viniste al barrio sola y yo te acompañé en la cena ayer y ahora tomando unos mates, y parece que todo eso te da igual, quedamos así...
-Dale, ¿en serio? -respondió ella, con algo de hastío- ¿Podés darme bola con lo que te pido? Es mi casa y quiero estar sola, no es algo personal con vos, necesito que respetes mis necesidades.
-Yo no soy ningún irrespetuoso, no me bardeés porque yo no te estoy bardeando.
-No te dije irrespetuoso. Irrespetuoso serías si no aceptaras mi decisión de querer estar en mi casa sola, y esa decisión la vas a respetar, ¿o no?
Lucas calló, y luego contestó:
-Sí, la voy a respetar. Pero primero terminemos el mate, que recién lo arrancamos, así no desperdiciamos yerba y agua.
-No, Lucas -replicó Mila mientras ladeaba la cabeza, a la vez que se alejaba de Lucas para ir hacia la puerta. Luego la abrió y, ante la mirada sorprendida de su amigo de la infancia y también del perro, le pidió que se fuera. La calle era un mundo de barro y seguía lloviendo.
Tras segundos de silencio, Lucas hizo un gesto de desprecio con la boca, y se acercó hasta donde estaba Mila: “¿Tantos años de conocernos para que me trates así? Alta gila te volviste”, le dijo antes de abandonar la casa, y ella contestó, ya notoriamente más molesta que antes:
-Vos sos el gil, que te tuve que decir veinte veces que no quería coger para que pararas.
-Bueh, ni que fuera para tanto, ¿ayer querías y hoy no? ¿Te pensás que me podés boludear así?
-Ayer tampoco quería -aclaró Mila.
-Si no querías no hubieras cogido, me lo estás diciendo para hacerme sentir mal nomás.
-Dejame sola, por favor -insistió ella.
-Dale de una, ya me voy, te dejo re tranqui -dijo con una mezla de odio e ironía, y cruzó la puerta.
Pocos metros más tarde, ya de espaldas, dijo en voz alta: “Agradecé que alguien te quiere coger, gorda trola”.
-¿Qué dijiste? -desafió Mila, con furia en su expresión, pero Lucas siguió caminando- ¡¿Qué dijiste?! -gritó nuevamente.
Él no contestó ni se dio vuelta, y Mila salió corriendo a buscarlo. Picho la siguió. Con algo de dificultad por el barro, finalmente lo alcanzó, y lo agarró de la ropa. Lucas resbaló y cayó contra el barro. El perro comenzó a ladrar. Todavía llovía.
-Pedime perdón -demandó ella.
Lucas se levantó rápidamente y continuó su camino a paso ligero por la zona donde estaba la jauría que, al verlo, comenzó a ladrarle y acercársele. Eufórico, Picho lo siguió y amagó a morderle la pierna, ante lo que Lucas reaccionó pegándole dos patadas.
Picho, asustado y dolorido, se alejó de la situación, con tanta mala suerte que terminó yendo para el lado de la jauría, de la cual un perro en particular comenzó a atacarlo, a la vez que otros lanzaban alguna ofensiva eventual, aunque no la sostenían. Mila, en pánico, abandonó la persecución a Lucas y corrió a rescatar a su perro, que gemía de dolor y se defendía como podía. Intentó separarlo de su atacante pero, al no poder lograrlo, comenzó a gritar por ayuda, mientras seguía esforzándose por terminar con la pelea canina. Poco después dos vecinos salieron de sus casas y, a base de patada tras otra al agresor, lograron separarlos.
Mila abrazó a su perro y vio cómo sus brazos manchados por el barro comenzaban a llenarse de sangre. Lucas ya había huido.
“¡No, bebé, no, por favor, no! ¡Bebito no te mueras, por favor!”, gritaba y lloraba Mila desesperada, mientras los vecinos se movilizaban para conseguir a alguien que pudiera trasladar al herido al veterinario.
Una vez que consiguieron a un voluntario, primero intentaron que el perro dejara de perder sangre, y recién ahí lo subieron al auto, que tenía que avanzar lentamente debido al barro.
A pesar del esfuerzo por salvarlo, Picho murió en el camino a la veterinaria.
Mila pegó un alarido que se escuchó hasta afuera. El auto tenía los vidrios empañados. Afuera seguía lloviendo.
Parte 21: https://unperfectoplandelfin.blogspot.com/2020/03/mila-bianca-parte-21.html
Escrito por: Tomás Bitocchi
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