martes, 12 de noviembre de 2019
Mila & Bianca - Parte 15
-Salí con un chico -dijo Mila que había llegado hace minutos a la casa de Bianca, que la miró entre alegre y sorprendida al conocer esta noticia. Graciela no estaba esa noche.
-¿En serio, boluda? ¡Contame ya qué onda!
-No pasó nada, o sea, nos vimos una vez sola, pero cuando se quiso despedir intentó darme un beso.
-¿Y se lo diste?
-No, te digo que no pasó nada. Es un amigo de la infancia, en realidad, medio que nos vimos a modo de “reencuentro”.
-¿Lo vas a volver a ver?
-Sí, supongo. Pero bueno, por ahí al final no hay tanta onda. A veces una interpreta las cosas de manera errónea.
-A ver, mostrame una foto de él.
Mila tomó su celular y le mostró la foto de perfil de Whatsapp de Lucas. Bianca miró la foto y no dijo nada. Inmediatamente, cambió de tema:
-¿Sabés con quién me voy a ver mañana? Con Alex.
-¿Quién?
-Alex, el del evento, ¿te acordás? El que leyó y después cantó.
-Ah, sí, el “poeta del barrio”, al que fuiste a saludar especialmente...
-Sí, ese, ja ja, si querés le digo que invite al amigo que tocó la guitarra, Marco, y salimos todos juntos, así conocés gente nueva.
-Pero Bian, te acabo de contar que salí con alguien -objetó Mila.
-Saliste una sola vez y me dijiste que no pasó nada, no es que estás en algo con el chabón. Además, podés salir con más gente, te va a hacer bien y, de paso, hacemos algo juntas.
-Si ya sabés que este Alex me cae como el orto, ¿por qué iría a juntarme precisamente con él y un amigo suyo?
-No sabés si te cae mal, lo viste sólo una vez.
-Para el caso, vos tampoco sabés si te cae bien, si total lo viste una sola vez.
-Hablé un rato por Instagram, es buena onda, sé que me cae bien. Igual, nada, ya está, ya entendí... No querés.
-Gracias por entender.
-Aunque posta creo que te haría bien que hiciéramos una salida así, no es que quiera insistirte porque sí, sino que me parece que te va a ayudar a despejarte que la hagamos, así salís un poco de tu casa -agregó Bianca.
Mila miró a su amiga con resignación y, tras una pausa, respondió:
-Está bien, vamos. Pero si me llego a sentir incómoda nos vamos.
-Obvio, hacemos como siempre, no te preocupes.
-¿Ah, sí? ¿Siempre que quiero irme nos vamos?
-Bueno, pero a veces te querés ir apenas llegamos, boluda.
Mila no respondió.
-¿O no? ¿No es así? -reiteró Bianca.
-Sí, ya sé -confirmó Mila, cabizbaja.
-¿Entonces?
-Nada, ya está. Vemos qué onda mañana -sentenció, como queriendo cerrar el tópico.
En ese momento, sonó el timbre, era Ezequiel. Primero saludó a Bianca y luego a Mila, con quien hasta ese día no se habían visto. Bianca los presentó con alegría, pero nadie atinó a comenzar una conversación, hasta que Ezequiel, casi por espasmo, le preguntó a Mila:
-¿Son amigas hace mil años con Bianca, no?
Mila asintió con la cabeza y, ante la falta de respuesta, Bianca, que estaba sirviendo cerveza a todos, completó:
-Uf, sí, mil años. Su mamá trabajaba en mi casa y, como a veces venía con ella, terminábamos jugando juntas, y bueno, así nos fuimos haciendo amigas.
-¿No fueron al mismo colegio?
-No, yo “caí” en la escuela pública -bromeó Mila, animándose a hablar un poco más.
-No, no fuimos al mismo colegio, pero a veces salíamos juntas con mis compañeras -contó Bianca- Más que nada íbamos a bailar con ellas, y ya de más grandes a un bar o algo así, pero se cortó.
-Se cortó porque eran chicas muy tontas, re infumables, Bian -dijo Mila, ante lo que Bianca miró un poco ofendida- No estoy diciendo que fueran moralmente cuestionables -aclaró- pero eran aburridísimas. Siempre lo mismo: Pibes, joda, alcohol, y tocar esos temas eternamente. Todo bien, pero cambio todo eso por hablar de algo interesante.
-A vos porque no te gusta salir, Mila, preferís quedarte viciando y comiendo frente a la computadora -replicó Bianca, bajando la voz a medida que avanzaba en la frase.
-¿Y? ¿Eso me hace peor?
-No, pero tampoco te hace mejor.
-Está bien, ¿entonces? No es lo que puse en discusión, yo lo que estoy queriendo decir es que ellas se quedaban atascadas en esa rutina de atontamiento porque en ningún momento podían revisarse a sí mismas.
-¿Atontamiento? -preguntó Bianca, un poco indignada- ¿Te parece?
-Me refiero a que vivían cayendo en distracciones, evadiendo cualquier otra cosa. Por eso digo que se atontaban a través del sexo, la dispersión de la fiesta y los efectos del alcohol. Como correr constantemente en una misma dirección, y jamás detenerse a ver si algo de todo eso tiene sentido.
Bianca guardó silencio brevemente, y continuó:
-¿Viste qué bien habla mi amiga? -presumió, mirando a Ezequiel- Cuando éramos chicas se devoraba los libros de mis viejos. Igual, por más articulada que sea, en esta está equivocada, porque no se puede juzgar el intelecto de los demás por sus acciones, sino por lo que piensan.
-¿Y cómo podemos saber qué piensan los demás? -consultó Ezequiel.
-Preguntándoles -aseguró Bianca.
-No, no es cierto. Nunca podemos tener la certeza de lo que piensan los demás. Sí podemos crear algún tipo de parámetro para evaluar su credibilidad, y de ahí considerar si lo que dice es lo que piensa. Pero nunca podríamos saberlo con precisión.
-¿No sería, tal vez, más apropiado evaluar al otro por cómo piensa? Es decir, ¿por el método que utiliza para llegar a sus conclusiones? -sugirió Ezequiel.
-Me parece que va por ese lado -agregó Bianca, ya algo distraída, chateando en su celular con alguien.
-Sí, es re importante, ¿pero qué pasa si esa persona parte de premisas incorrectas o tiene algún conflicto emocional que interfiere en el razonamiento? -preguntó Mila.
Bianca se quedó callada mientras sonreía, y guardó su celular.
-¿Qué? ¿Qué pasa? -preguntó Mila.
-Estás re charlatana, ¿qué onda? -indagó Bianca, con tono jocoso.
-No sé...
-Mila hace poco salió con un chico con el que “no pasó nada”, y parece que eso le levantó el ánimo -bromeó, mirando a Ezequiel.
-No, nada que ver -contestó Mila, y se sonrojó.
-¡Qué bien! -felicitó Ezequiel.
-Es un amigo de la infancia nada más -aclaró Mila.
-¿Cada cuánto chateás con este amigo de la infancia? -preguntó Ezequiel.
-Todos los días, pero son charlas re insignificantes -confesó Mila, mientras Bianca la miraba feliz.
-A mí a veces hasta tarda un día en contestarme, ¡estoy indignada! -dijo en broma, y buscó complicidad con Ezequiel, que amagó a reírse, pero terminó haciendo un ruido que se quedó a mitad de camino entre una carcajada y una bocina gastada.
La charla continuó en ese tono durante un largo rato, hasta que se terminaron las cervezas. En ese momento, Ezequiel propuso ir a comprar más al chino e ir pidiendo una pizza por teléfono. Mila accedió contenta a la idea, pero Bianca tenía otra propuesta.
-Vayamos a un bar y tomamos unas birras mejores que estas, ¿qué les parece? Hay un lugar al que quiero ir- -sugirió.
-Bueno, dale -aceptó Ezequiel inmediatamente.
-No -replicó Mila, sin más.
-Dale, boluda, vamos -insistió Bianca que, por su tono al hablar, aparentemente ya estaba bajo los efectos del alcohol.
-No, además ya estás entonada, ¿vamos irnos hasta un bar para ponernos en pedo? Mejor hagámoslo acá, que al menos hay un baño limpio y lugares donde una se puede desmayar tranquila.
-Dale, Mila, compramos unas papas con queso y panceta, las que te gustan.
-Prefiero la pizza.
-Vamos en Uber, yo lo pago -insistió.
-¿De verdad tenés tantas ganas de ir? -preguntó Mila, con tono conciliador.
-Sí, quiero salir, disfrutar que la noche está hermosa, no tengo ganas de quedarme en casa.
Mila levantó las cejas, algo resignada, y accedió a ir. Bianca pidió un Uber, y partieron hacia el bar al que quería ir.
El lugar estaba bastante lleno. Ezequiel le habló a Bianca.
-Medio bohemio este lugar, ¿no, amor?
-Sí, es hermoso, me encanta la onda que hay, re copada la gente, el ambiente.
-Ay, Bian... -irrumpió Mila, que llegó a escuchar.
-¿Qué, qué dije?
-Ese comentario, no sé...
-¿Por qué decís eso?
-Porque no sabés si esta gente es copada, por ahí son personas horribles. No tenés por qué chuparles las medias a los desconocidos, no les debés nada.
Bianca observó a Mila, como advirtiéndole que cambiara esa actitud. Ezequiel se limitó a estar incómodo ante la situación.
-Está bien, está bien, no digo nada -rectificó Mila, en respuesta al gesto de Bianca.
Cada uno pidió su cerveza en la barra, y además unas papas con queso y panceta para compartir. Luego encontraron lugar en una mesa larga compartida, donde ya había tres personas sentadas.
Bianca se dirigió a Mila:
-Es hermoso el lugar, y mirá qué ricas se ven esas papas, no era tan malo venir, ¿viste?
-No, por ahora está bien -reconoció Mila.
-Está buena la cerveza -lanzó Ezequiel, pero nadie respondió.
Mila comenzó a comer las papas, y Ezequiel a tocar la pierna de Bianca mientras tomaba cerveza, pero se vieron interrumpidos por un hombre de pelo trigueño y ojos claros, que formaba parte del otro grupo que estaba sentado en esa misma mesa a la derecha de Bianca. El sujeto tenía una guitarra apoyada al lado de su silla.
-¿O no que lo que importa es la actitud? -preguntó el desconocido, con simpatía y sonriendo.
-¿Perdón? -respondió Bianca, confundida, mientras Mila y Ezequiel contemplaban callados.
-Porque acá mi amigo quiere ir a hablarle a esa chica que está allá -explicó, señalando a una mujer- pero no se anima, ¿vos qué decís que haga?
-No sé, ¿hablarle? -contestó Bianca, todavía confundida.
-¿Ves? -dijo el hombre, mirando a su amigo- Acá la chica te dice que te mandes, ¿qué estás esperando? ¡Andá! -arengó, mientras Mila presenciaba fastidiosa esta situación, y Ezequiel se arrimaba hacia la mesa, como para tener una mejor visión de lo que pasaba- Flaca, ¿cómo es tu nombre?
-Bianca.
-Bianca, ¿vos qué consejo le darías a mi amigo para encarar a esta chica?
-Ninguno, no los conozco ni a él ni a ella, no puedo aconsejar si no sé nada de ambos -determinó.
-Dale, Bianquita, tirale un centro que está re perdido mi amigo, ¡sos su única esperanza ahora! -pidió, manteniendo una sonrisa enorme en su rostro.
-”Bianquita” -murmuró Mila, con desprecio.
-Hm, a ver -comenzó Bianca- no sé, sé espontáneo. Supongo que ella va a mirar tu lenguaje corporal, no importa tanto qué digas.
-¡Escuchala! ¡Lenguaje corporal! Esa es la clave. Bueno che, ¿y vos qué hacés? ¿Estás con ellos? -preguntó el hombre, mirando a Mila y Ezequiel.
-Sí, son mis amigos -explicó, mientras Mila comía papas sin prestar atención, y Ezequiel se mantenía callado dando sorbos a su cerveza, ya sin arrimarse sobre la mesa- ¿Ustedes qué onda?
-Nosotros tenemos una banda, “Éufrates”. El amigo acá es el bajista -introdujo, señalando al que quería ir a hablarle a la chica- y él es el baterista -continuó, señalando al otro- Yo soy el cantante y guitarrista.
-Wow qué bien, ¡son todos músicos! -celebró, emocionada. Su vaso ya estaba prácticamente vacío.
-¿Y vos tocás algún instrumento? Te veo cara de cantante, Bianquita.
-No, yo no sé nada de música, pero me encanta conocer gente que haga arte. Las personas apasionadas, en general, me llaman mucho la atención.
-¿Y ustedes? ¿Tocan algún instrumento? -preguntó el extraño a los acompañantes de Bianca.
-No, nada -dijo Ezequiel, mientras Mila seguía comiendo papas fritas e ignorando al sujeto.
-Yo doy clases de guitarra y canto, así que si un día quieren aprender, me escriben, ja ja -bromeó el tipo.
-¡Qué buena onda! Che, ¿no te parece genial este lugar? Había venido una sola vez y me encantó el ambiente, todos re copados, hablando sin problemas. Me encanta esto que se genera, estar de la nada en la misma mesa y charlar lo más bien y pasar un lindo rato.
-Sí, está re bueno, además la cerveza está de diez, ¿te puedo invitar una?
-Somos tres -frenó Bianca, mientras Ezequiel movió la vista hacia el extraño- si nos invitás a los tres, te acepto.
-Yo no quiero -rechazó Mila.
-Bueno, dos entonces, y les traigo dos más a ustedes, ¿dale? -preguntó a sus acompañantes de la banda, que asintieron- ¿Te copás en acompañarme a pedir la birra, Bianquita? Se me va a complicar llevar todos esos vasos.
Bianca dudó, pero finalmente aceptó. “Ya vengo”, les dijo a Ezequiel y Mila, mientras esta última miraba con hastío.
Los otros dos músicos continuaron hablando entre ellos. Mila y Ezequiel permanecían callados.
Pasados algunos segundos, Ezequiel se quedó observando cómo Bianca y el sujeto hablaban mientras esperaban para pedir las cervezas. Él hacía gestos exagerados y bromeaba, a lo que ella seguía la corriente, riendo a carcajadas y sonriendo con frecuencia, mientras lo miraba a los ojos. Ezequiel, al ver esta secuencia, se agarró la cara con su mano, y respiró hondamente.
Mila notó su actitud, y entonces miró hacia donde estaba Bianca, tras lo que hizo un gesto de resignación con la cabeza. Después giró su vista hacia Ezequiel, y le dijo:
-Siempre fue así.
-¿Qué? -contestó él.
-Que Bianca siempre fue así. Cuando íbamos a bailar con sus compañeras del colegio era repetir una y otra vez la misma situación: Bianca medio en pedo enganchándose un flaco, y sus compañeras del colegio yéndose, dejándola en el boliche -Mila levantó las cejas, hizo una pausa, y continuó- Yo me tenía que quedar sí o sí a esperarla, porque teníamos que volver a su casa juntas, así que aguantaba a que terminara con el chabón. Lo peor es que detesto ir a bailar, así que toda la noche era básicamente una mierda.
-¿Nunca lo hablaste con ella? -indagó Ezequiel.
-Sí. Me dijo que, si no me gustaba ir, que no fuera, o que si no hiciera la misma que ella, y nos encontráramos al final de la noche. Imaginate a Bianca de adolescente teniendo una discusión... -propuso Mila, con algo de horror- Ahora, en comparación, está hecha una seda.
-¿Y qué le contestaste?
-Que, aunque no quisiera, tenía que ir igual, porque las compañeras la dejaban re tirada.
-Tal vez ellas no la esperaban porque sabían que ibas a estar vos. Por ahí no es que la dejaban tirada, sino que contaban con que vos eras su amiga y la bancabas -sugirió Ezequiel.
-No tengo manera de saber eso -respondió Mila, con sequedad.
-No te estoy culpabilizando por haberla pasado mal en esas situaciones, perdón si sonó mal. Sólo intenté buscar una explicación.
-No me lo tomé mal. Sólo que no me importa tu opinión al respecto. No estuviste ahí -replicó, evidentemente molesta.
-Ok, está bien, perdón, en serio.
-Todo bien.
-Y... ¿Hacer la misma que ella no era una opción? -continuó él.
-No es lo mismo. Al principio lo intenté, pero después me cayó la ficha de cómo funcionaba todo. Una vez un flaco re asqueroso con un vaso en la mano se me acercó, me quiso dar un beso, lo rechacé, y me agarró de la cabeza para encajármelo. Le pegué un empujón, se le cayó el líquido del vaso en la remera, y me gritó “qué te hacés la linda, si sos una gorda de mierda. Agradecé que te doy bola, puta”.
-¿Y qué sentiste en ese momento?
-Ganas de matarlo. Pensé que nadie así debería vivir en el mundo. Por suerte, nunca maté a nadie en serio... Tal vez un poco a mí.
-¿A qué te referís?
-No importa. ¿Vos no vas a hacer nada? -cambió de tema ella.
-¿A qué te referís? -repitió Ezequiel.
-Este pelotudo se está chamuyando a tu novia en tu cara, ¿vas a hacer algo?
Ezequiel no contestó, y Mila cerró:
-Ahora le hago alguna seña a Bian a ver si le corta el chorro.
Bianca y el extraño regresaron a la mesa con las cervezas y, mientras ella ponía los vasos al lado de cada uno, Mila le susurró que hiciera algo para que este tipo dejara de hablarles. “Hacelo vos o se lo digo yo”, añadió Mila.
Pronto el sujeto volvió a hablar, intentando mirar a todos los miembros de la mesa:
-No sabés lo que pasó recién, estábamos con Bianquita esperando a que nos den la cerveza, y viene un chabón y nos preguntó si éramos novios, porque quería encarársela, ja ja, ¿ves, loco? ¡Así se habla, sin vueltas! -dijo, mirando al amigo suyo que no sabía cómo hablarle a una mujer, mientras Mila le pateaba la pierna a Bianca por debajo de la mesa.
Tras un instante de silencio, el sujeto empezó a cantar de repente, mientras sus compañeros de banda le hacían coros:
Y a mí me volvió loco tu forma de ser,
a mí me vuelve loco tu forma de ser.
Tu egoísmo y tu soledad,
son estrellas en la noche de la mediocridad.
Bianca sonrió ante la mezcla de voces y, como olvidando el pedido de Mila, preguntó si tenían canciones propias. El sujeto, nuevamente acompañado por los miembros de su banda, cantó un tema de ellos:
Tenés una sonrisa
que hace a todos perder
lo poco que podrían tener.
¡Nadie puede comprender!
Sé que querés que te vean,
que te escuchen,
o que te amen,
como hace un niño
que jura amor
a la maestra que lo trata bien.
Si papá nunca está en casa,
y mamá está muy ocupada
como para prestarle atención.
Mientras cantaban, Bianca escuchaba fascinada. Mila le pateó nuevamente la pierna, pero esta vez con más fuerza. Se miraron, y Mila le hizo un gesto como preguntándole cuándo iba a cortar la interacción con este personaje. Bianca movió los labios diciendo “ya va, bancá”, pero Mila no esperó: Se levantó, saludó a Ezequiel con pocas ganas, y se fue.
Bianca se puso inmediatamente alerta y gritó “¡Mila! ¡Pará!”, pero su amiga no frenó. Entonces, se paró también ella, y corrió a buscarla, ante lo que los músicos se callaron, y observaron la situación sorprendidos.
Una vez que la alcanzó, todavía dentro del bar, la tomó del hombro:
-¡Pará, boluda, pará! Ya está, le corto el mambo o nos cambiamos de mesa, pero no te vayas...
-¿Por qué nunca te importa lo que te digo? -preguntó Mila.
-A mí me importa siempre lo que decís.
-No, mentira, no te importa. Te dije claramente que no quería venir.
-Siempre tenés la chance de no venir, no es obligatorio que salgas conmigo. Sos mi amiga y me gusta compartir cosas con vos, por eso te insisto, pero vos no tenés por qué aceptar si no querés.
-¿Ves? Ahora decís esto, pero después en la práctica me quemás la cabeza y me hacés sentir culpable -respondió Mila, visiblemente alterada.
-¿Culpable de qué?
-¡De ser yo, Bianca! -contestó, levantando la voz- Si no me gusta salir me lo remarcás como si fuera algo malo, si quiero jugar me hacés alguna burla, si estoy con ganas de comer me lo señalás como si te diera asco, y la última es que te cuento que me vi con alguien y ya me querés encajar a otra persona, ¿para qué querés que sigamos siendo amigas si te parezco una mierda?
-De ninguna manera me parecés una mierda, yo te quiero y sos muy importante para mí. Te pido perdón si te hice sentir mal, me siento muy apenada por saber que te generé estos sentimientos tan negativos y dolorosos, no es mi intención y jamás lo sería -dijo Bianca, como si estuviera recitando de memoria.
-No me hablés como un robot, no me sirve. ¿Qué hago con esto que me decís? No me sirve, pensá en todos estos años que nos conocemos, y en todas las actitudes así que tuviste, y no sólo conmigo, sino con otras amigas tuyas que te cortaron el rostro porque pensaban que eras una pelotuda infumable. ¿Nunca se te ocurrió replantearte nuestra amistad? ¿Qué te aporto yo? ¿Compañía? ¿Eso soy? ¿Una acompañante para lo que se te cante hacer?
-Mila, no me parece manera de hablar esta, ¿podemos esperar a estar más tranquilas?
-No, no espero nada. Me voy, no quiero estar acá.
-Por favor, no te vayas, hablemos de esto... -pidió Bianca, con gesto angustiado, mientras sostenía la mano de Mila.
-No. Por una vez en la vida aceptá cuando te digo que "no".
Finalmente Mila soltó la mano de Bianca, y abandonó el bar.
Parte 16: https://unperfectoplandelfin.blogspot.com/2020/01/mila-bianca-parte-16.html
Escrito por: Tomás Bitocchi
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