viernes, 1 de noviembre de 2019

Meritocracia

En tu casa compran lo más rico, y en la mía lo más barato. Y esa es toda la diferencia que existe.

No importa cuánto "mérito" haga para alcanzar tu nivel de vida porque, aunque lo lograra, para vos siempre voy a ser un turista paseando en una clase social que no me pertenece.


A gente como vos ya la vi. En Buenos Aires, en Salta, en Ushuaia y hasta en Berlín. Me miran desde arriba (a veces, teniendo la gentileza de disimular el desprecio), como quien no puede soportar la idea de estar compartiendo el mismo espacio con uno de mi casta.

Pasan los años y, todavía, me pregunto cómo te das cuenta que no venimos del mismo lugar, si hablamos igual, si nos vemos parecido. ¿Qué tan afilado tenés que tener el odio para que, con sólo una mirada, ya sepas que mi cuna tambaleaba, mientras la tuya no?

A veces pienso que me mirás así porque, en el fondo, te asusta la idea de que, algún día, los que eran pobres "porque querían" terminen viviendo en el mismo barrio que vos.

Y ahí la realidad te va a pegar una cachetada (esa que a tantos nos dieron al nacer) que te va a doler el resto de tu vida, porque vas a darte cuenta que, si ser rico empieza a ser una cuestión de mérito, el pobre podrías ser vos. Y nunca contaste con esa posibilidad.

Pero tranquilo, respirá. No pasó nada. Todavía no existe la meritocracia.

En tu casa compraban lo más rico, y en la mía lo más barato. Y esa es toda la diferencia que existe.

Y, por suerte (para vos), la única que necesitás.


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