miércoles, 23 de octubre de 2019

Mila & Bianca - Parte 14


Semanas después, Mila y Lucas se encontraron un domingo.

Lucas tocó la puerta de la casa de Mila, y atendió Rosa, su madre. "Esperá que ya sale", le aseguró, y fue a buscar a su hija.

-Mili, está Luquitas afuera.
-Sí, ya me mandó mensaje, estoy saliendo.
-Huele a perfume, y está re prolijo, parece un muñequito de torta -comentó Rosa, ante la mirada atónita de Mila.
-¿En serio?
-Sí, ¿qué está pasando entre ustedes?


Mila se sonrojó, y juró que "nada" estaba pasando. "Estamos haciendo un reencuentro, nada más", agregó. Rosa escoltó enseguida a su hija hasta la puerta, y les habló a los dos: "Pásenla lindo, me alegra verlos juntos otra vez". Ambos sonrieron y comenzaron la caminata.

-Qué bueno volver a vernos -dijo Lucas, como buscando alguna manera de iniciar la conversación.
-Sí, la verdad que sí, tantos recuerdos...
-Sí, bocha -agregó Lucas, con la voz apenas saliéndose de su cuerpo
-¿Qué te pasa, Clarín, estás nervioso? -bromeó Mila.
-¿Qué?
-Es un chiste, te lo digo porque te veo un poco nervioso.
-No estoy nervioso -contestó, evidentemente tenso.
-Sos un salame, eh. Vení -dijo, y se le acercó- abrazame, no tengas vergüenza.

Tras dudar un instante, Lucas abrazó a Mila, y ella dijo en voz baja: "Te prometí que te iba a abrazar, ¿o no?". Entonces, se soltaron, y continuaron caminando.

-Vamos a Grido, ¿no? -preguntó ella, cambiando de tema.
-Sí, porque la otra está cerrada ya.
-Ya sé, ya hablamos de esto y hasta te pasé la foto del local cerrado.
-Tenés razón -asintió él, todavía nervioso.
-Qué paja que con este gobierno de mierda hayan cerrado tantos negocios. No sé qué esperaban que fuera a pasar si aumentaban todo. Es como si no les importara ni un poco la gente, ¿no?
-Sí, tal cual -volvió a asentir, rascándose la cabeza.
-¿Ya sabés a quién vas a votar?
-Nah, yo no entiendo nada de política.
-¿Querés orientarte? Podemos leer las propuestas de los partidos mientras tomamos el helado, si querés. Hasta hay una página que te hace un test.
-Me da lo mismo, si roban todos.
-¿Te parecen todos lo mismo?
-Y sí, acá en el barrio está todo igual que siempre.
-Pero, ¿no notás que hay más gente sin laburo que antes?
-No sé, a mí me contaron que hubo unos cuantos que se quisieron hacer los vivos viviendo de los planes, y me da bronca porque yo nunca pedí un plan. Salí a laburar y ahora tengo mi plata y mis cosas, no necesito que nadie me regale nada.
-¿Te parece lo correcto que nadie nos regale nada? Digo, venimos al mundo sin que lo pidamos, y de repente nos largan a jugar con reglas con las que no necesariamente estamos de acuerdo.
-Mirá, la posta es que tenés que laburar con todos los gobiernos, porque ellos se cagan en nosotros.
-Pero Lucas, supongamos que esto que decís es así. Ok, perfecto, ¿no dirías que hay algunos gobiernos que se cagan en la gente menos que otros?
-No, son todos lo mismo -determinó Lucas, ante el silencio de su compañera de caminata.
-Está bien, qué sé yo -lanzó, resignada.
-Y vos, ¿andás soltera? -preguntó él, cambiando rotundamente de tema.
-Sí, ya te había dicho que sí, estás medio distraído, me parece.
-Nada que ver.
-Si vos decís... ¿Al final me vas a contar de la piba esta que te engañó? -apuró ella.
-Es una trola, no tengo nada más para decir. Ya fue.
-No, "ya fue" no. Contame qué pasó, ¡te enamoraste! Algo debés tener para decir al respecto. Jamás te vi enamorado.
-No me enamoré, flasheé, nada más.
-¿Ah, sí? ¿"Nada más"?
-Sí, nada más. No te podés enamorar de alguien que te caga.
-Claro que podés, porque te enamorás antes de que te caguen, Lucas. Lo mejor es intentar olvidar, y confiar en que alguien nuevo aparezca. Hasta es mejor ni hablar del tema.
-Y bueno, yo no quiero hablar de eso, pero vos me insistís.
-Es que quería entender qué había pasado, pero si no me querés contar, todo bien.
-No hay mucho para contar. Andaba con esta piba, al principio re tranqui, re bien, y un día me enteré que andaba con otros flacos, y cuando se la tiré, me dijo que no éramos novios, y que no tenía que darme explicaciones de nada.
-Uh, te entiendo tanto...
-¿Te pasó?
-El chabón no fue tan crudo, pero sí, medio que me enteré que estuvo con alguien más, y de ahí todo se fue a la mierda.
-Al final son todos unos giles, loco.
-No es que todos sean giles, bah, yo todavía tengo algo de fe en encontrar a alguien bueno, ja ja. De vuelta, creo que tenemos que aprender a olvidar.


Largos minutos después, llegaron a Grido, pidieron un cuarto de helado cada uno, y se sentaron. Probaron en silencio algunas cucharadas, y Mila habló:

-El de Los Alpinos era mejor, ¿no?
-Sí, no me acuerdo mucho -respondió Lucas.
-¿No te pasa a veces que recordás algunas cosas como si hubieran sido hermosas pero, si te lo ponés a pensar un poco más, enseguida te agarran dudas?
-¿Cómo?
-Por ejemplo, con este helado. Para mí es seguro que el de Los Alpinos era mejor que este pero, sinceramente, no recuerdo en absoluto el sabor, sino más bien la sensación que me dejaba tomarlo. Y lo que pasa es que, cuando empiezo a buscar un poco mejor entre los recuerdos, de repente todo lo que pasó en esa época me lo imagino durante un día soleado, con muchos árboles y verde. Y no fue así.
-Yo no me acuerdo tanto, Mila. Para mí era piola la heladería, pero ni idea, no pensé en todo eso.
-¿En qué pensás generalmente? -indagó Mila.
-Nada, qué sé yo, en el trabajo, a veces en mi vieja.
-¿La extrañás?

Lucas miró incómodo.

-Sí, ¿te acordás de ella? -atinó a decir.
-¿Cómo no me voy a acordar, Lucas? Fui mil veces a tu casa, y viceversa.
-Bueno, yo qué sé... Por ahí no te acordabas.
-¿La extrañás? -insistió Mila.
-Sí, pero cuando estaba viva no me la fumaba. Me da pena eso porque siento que fui re gil con ella.
-¿Por qué no la aguantabas?
-Porque gritaba todo el día, ya en los últimos meses no tenía coherencia lo que decía, y lo trataba re mal a mi hermanito.
-¿A Rodri?
-Sí. Mis tíos se ofrecieron a cuidarlo y se lo llevaron a Tucumán. Fabián y José no querían hacerse cargo, y yo me la paso trabajando y no puedo estar con él, así que ya no vive con nosotros.
-¿Y el padre?
-No sé.
-¿Cómo es la movida con eso? Perdoná que no me acuerde, pero a Rodri lo vi de bebé nada más.
-Fabián dice que el padre es un tipo que conoció mi vieja en el baile un día, y después nunca más lo vio -explicó, levantando las cejas- y la verdad que no tengo idea si fue así, ella ya venía haciendo cualquier cosa, así que puede ser.
-Bueno, pero tu mamá estaba enferma, Luqui, no es que era descuidada porque sí...
-No sé cuánto era enfermedad y cuánto ella. Mi viejo decía que ella siempre fue así, que nomás usaba la enfermedad como excusa.
-Lucas, tu viejo la cagaba a palos, ¿te acordás cuando tu mamá te traía a casa porque tenía miedo de que te pasara algo? No le des crédito a esa basura.
-Qué sé yo. Él se mandó la suya, pero por lo menos traía más plata a casa.

Mila inspiró con fuerza y miró hacia un costado un instante, como quien se contiene de decir algo. Luego, insistió:

-¿Y Fabián no tiene el dato de quién puede llegar a ser?
-No, me dijo que no sabe. Él medio que cuidó a mi vieja bastante más que los demás, así que era el que podía llegar a saberlo, pero no tiene idea. José vive con la mujer desde hace rato y se re desconectó de mi mamá. Y yo no es que no quería cuidarla, pero la posta es que me la pasé laburando para tener plata y ayudarla, y por eso casi ni estaba en casa.
-No hace falta que te excuses. Seguramente era re difícil convivir con ella.
-Estaba re loca ya al final, no se podía ni hablar con ella, intentabas decirle algo y buscaba cualquier excusa para insultarte. Cuando vinieron sus hermanos de Tucumán, me dejaron un par de fotos de ella de cuando era joven, y era re linda piba, con cara de buena y todo. Ahora recordarla así toda hecha mierda me hace re mal, porque la mina no fue siempre así, en algún momento estuvo bien, pero ya ni sé cuándo fue eso.
-El tiempo nos rompe a todos, Lucas. A algunos más que a otros.
-Sí, puede ser.

Ambos continuaron tomando su helado y, al finalizarlo, fueron a caminar por el barrio.

-Está re lindo el centro, más allá de que haya varios negocios cerrados... -reiteró Mila, en relación a los negocios.
-Ojalá arreglaran el barrio y quedara así de lindo como acá -comentó Lucas, señalando el boulevard de la avenida- Aunque sea habría que conseguir piedras y ponerlas en las calles de tierra, así por lo menos cuando llueve no es un bardo caminar -sugirió.
-¿No tenés unas botas de lluvia?
-Nah, re bobo quedo si me pongo eso. Los nenes las usan.
-¿Preferís llenarte las zapatillas de barro? -replicó Mila, con gesto sonriente.
-No sé, pero con las botas quedo re boludo.
-¿Qué pasa, hay alguna chica a la que querés impresionar haciéndote el hombrecito pisando el barro?
-Ni cabida me dan las pibas, ¡si soy más feo! Además, ya lo dijimos, son todos giles -explicó, jocosamente.
-No seas así, si sabés que no sos feo.
-Mirá la napia que tengo, Mili, parezco un tucán, ja ja.
-¡Decime Mila!
-¿Por qué no te puedo decir "Mili"? Suena casi igual que "Mila".
-Algún día te contaré.
-Dah, ¿qué onda, tanto misterio?
-Es que, te va a parecer una boludez.
-Yo todo el día digo boludeces y acá ando.
-¿Con tu nariz de tucán? -dijo ella, con picardía.
-Bueh, ¿me andás descansando ahora? Ja ja.
-Ja ja, un poquito.
-¿Entonces, por qué "Mila"?

Mila suspiró, hizo una pausa, y explicó:

-Cuando me fui de acá intenté cambiar un montón de cosas. Algunas las pude corregir, otras no, y parte de eso fue tener un apodo nuevo. "Mili" lo cambié después de que me salió todo re mal con el chabón este que te conté antes, y "Mila" se me hacía una identidad mucho más imponente. Casi que me sentí con más autoridad después de empezar a hacerme llamar así. No quería caer en la ridiculez que hacen algunos de cambiarse el nombre por completo, porque es una paja tener que andar explicando por qué en tu documento dice una cosa y en tu vida te hacés llamar de otra manera, por eso elegí algo parecido a mi nombre, pero que me gustara más. Y la mejor parte es que sentí que la gente nueva que sólo me conocía como "Mila" me trataba diferente. Ya ni digo que me llamo Milagros.

Lucas calló y, tras un instante, fulminó:

-Qué boludez, Mili.
-Viste, te dije -respondió ella, con algo de frustración.
-Te lo digo con onda, eh -aclaró él.
-Pero, ¿entendés por qué lo hice? Y decime Mila, por favor.
-No, no entiendo, ¿a quién le importa lo de la autoridad y eso?
-A mí, Lucas. A mí me importa. Te estoy diciendo que efectivamente sentí un cambio al hacerme llamar de otra manera.
-No sé, es medio raro.

Mila caminó en silencio un tramo, y luego volvió a hablar:

-¿Sabés qué pasa? Yo no tengo la ventaja de sentirme graciosa, talentosa, o linda, y por eso tengo que buscar maneras de alimentar mi autoestima. Cambiar mi apodo es una, y hasta ahora es la única que pude sostener. A veces me encuentro con mi yo en crudo y todo se me desarma otra vez, pero estos empujoncitos pueden hacer la diferencia entre sentirme bien o mal. Ojalá tuviera de dónde agarrarme para sentirme gran cosa, aunque fuera tocar bien la flauta, pero no.
-La hacés re complicada, Mila, cada uno es lo que es, no le des tanta vuelta. Si yo me pongo a pensar todo el día que soy fiero y tengo la nariz grande, en una semana ya me pego un cohetazo.
-¿Y no te asalta ese pensamiento a veces?
-¿El de sentirme feo?
-El otro también... -respondió Mila, casi susurrando.
-No, ninguno de los dos. Bah, por ahí lo que sí me pasa es que, cuando me aparecen publicidades o veo videos donde hay chabones re trabados, con tremendas minas y toda la guita, me da un toque de envidia, pero pongo otra cosa y listo, me olvidé.
-Me pasa de tener envidia también, a veces de amigas, incluso. Es horrible.
-Si vos no tenés amigas, Mila -señaló Lucas, con tono burlón.
-¿Y vos qué sabés, si hace mil años que no me ves? -replicó ella, visiblemente contrariada.
-Mala mía, perdón -se disculpó él, y ella le devolvió un gesto de tregua- Ahora que lo pienso, sí me acuerdo de esa amiga tuya que se iba a Disney, que el papá tenía alta camioneta.
-Bianca.
-Sí, esa. Creo que estaba buena, pero fue hace muchos años ya que la vi.
-¿Tiene alguna importancia señalar si te parece que es linda o no?
-Yo nomás dije que estaba buena, no que es linda.
-¿Cuál es la diferencia?
-Si está buena la quiero para un garche, si es linda la quiero de novia, ah, era re sincero el chabón, ja ja.
-Dios.
-¿Qué pasa? ¿Qué ponés esa cara?
-No entiendo esa necesidad de todo el tiempo remarcar quién es lindo y quién no. ¿Qué importa? Además, es súper cruel, porque si yo no soy tildada de "linda" o de "estar buena", inmediatamente paso a ser de una casta inferior, ¿o no? La otra vez unos pendejitos me gritaron "gorda" mientras caminaba por la calle, ¿Por qué lo hacen? ¿qué clase de juego morboso es ese? Yo solamente había a comprar al chino tranquila, no jodí a nadie. No es justo que nos la pasemos juzgando el cuerpo ajeno por deporte, siento que estamos reduciendo el valor del otro a nuestra consideración física sobre ellos.
-¿Qué es "casta"? -preguntó Lucas.
-Nada, no importa -cerró Mila, tras lo que hubo un silencio que duró algunos metros de caminata.
-Igual -retomó él- a mí me parecés linda, no sé.
-¿No sabés, o te parezco linda?
-Me parecés linda.
-Bueno, gracias Luqui -contestó, cambiando por completo su gesto, hasta convertirse en una sonrisa tímida. Luego, tomó del brazo a Lucas.


Así continuaron su caminata, hasta llegar a la puerta de la casa de Lucas, que estaba de paso antes de la de Mila. Allí había un hombre sentado en la puerta. "Hola Fabi, tanto tiempo", saludó Mila con algo de sequedad, mientras Fabián le devolvía la cortesía tomándola de la cintura, y acercándola hacia su cuerpo. Enseguida transformó ese movimiento en un abrazo con algunas palmadas, e intentó sacar conversación. Completamente incómoda, se quedó parada escuchando mientras miraba el suelo, hasta que Lucas, que observaba con desprecio, interrumpió con un "Mili se tiene que ir, la acompaño a la casa y después vengo".

Mila se despidió de Fabián, aunque esta vez sin tocarse, y después continuó su camino con Lucas.

-No me gustó para nada esa situación. Yo sé que él cuidó a tu mamá y que estuvo pendiente pero, la verdad, pasan los años y sigo sin poder soportarlo -comentó ella, apesadumbrada, ya habiendo pasado un trecho desde la casa de Lucas.
-Ya fue, ni cabida, no paramos más a saludar -concluyó él.
-Gracias por sacarme de ahí.
-De nada, a mí también no me cabió ni medio lo que pasó.
-Gracias, en serio -insistió ella, y volvió a tomarlo del brazo.
-Uh, bancá, acá están los perros de mierda esos.
-Sí, la otra vez me re asusté cuando los vi.
-Vamos corriendo así no nos agarran.
-No, dale, ¿ahora?
-Sí, dale, ya fue.

Lucas soltó el brazo de Mila y, en su lugar, la tomó de la mano, y empezó a correr. La jauría se les acercó para ladrarles efusivamente, pero ninguno los mordió. Habiendo pasado la zona de peligro, finalmente llegaron a la casa de la madre de Mila, donde frenaron. Agitados, se miraron, y Lucas habló:

-Bueno, ya llegamos.
-Gracias por acompañarme -respondió ella, respirando con dificultad- me encantó salir con vos.
-A mí también, me re gustó, estuvo re piola. Vos sos re piola.

Mila lo miró fijamente en silencio dos segundos, y retomó:

-Bueno, voy entrando, hablamos, ¿sí?
-Dale, hablamos, de una.

Para despedirse se abrazaron, y luego se dieron un beso en la mejilla, aunque Lucas inclinó lo máximo posible su boca para que se acercara a la de Mila, que hizo de cuenta como si nada hubiera pasado, y entró a su casa.

Una vez que estuvo del otro lado de la puerta, se tapó la boca con emoción, y respiró hondamente, con el rostro inundado de alegría.



Parte 15: https://unperfectoplandelfin.blogspot.com/2019/11/mila-bianca-parte-15.html


Escrito por: Tomás Bitocchi

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