jueves, 10 de octubre de 2019

Mila & Bianca - Parte 13


Tras la intensa conversación con el chofer de Uber, llegaron a la casa de Ezequiel.

-Hola Bianca, ¡por fin te conozco! ¿Cómo estás? Yo soy Sandra, la mamá de este muchacho que te acompaña -se presentó la mujer, en voz alta y modulando con certeza.
-Hola Sandra -respondió Bianca, sonriendo como pudo.
-Hola Eze -dijo a su hijo, mientras le daba un abrazo- Pasen a la cocina que la comida ya está lista, en un ratito estoy con ustedes.


Bianca pasó al baño, y luego se sentaron a la mesa de la cocina, y la madre de Ezequiel acercó a un niño en silla de ruedas para que cenara junto a ellos. Luego repartió los platos, y sirvió un poco de agua a todos. Bianca, por lo bajo, preguntó a Ezequiel si era de la canilla, a lo que él asintió, y ella contuvo su gesto. Sandra empezó a hablar:

-Qué bueno conocerte, Bianca, hace rato Ezequiel viene hablando de vos.

Bianca se limitó a responder con una sonrisa muy breve.

-Me dijo Ezequiel que estás buscando trabajo, ¿puede ser? -continuó Sandra, ante lo que su hijo cerró los ojos un instante, como quien no quiere que un tema salga a la luz.
-Sí, estoy buscando trabajo -respondió Bianca, mientras revolvía su comida con el tenedor.
-¿Y cómo va eso? -repreguntó, mientras le daba de comer en la boca al niño en silla de ruedas, que hacía algunos gemidos ante cada bocado.
-Bien, estoy dejando muchos CVs y teniendo entrevistas -acotó Bianca, sin explayarse.
-¿Y puede ser que hoy hayas empezado en un trabajo? -indagó, mientras continuaba dándole de comer al niño. Ezequiel volvió a cerrar los ojos por un segundo.
-Sí, pero no me fue muy bien.
-¿Qué pasó?
-Nada, sólo que no me sentía cómoda -contestó Bianca, mientras miraba furtivamente al niño en silla de ruedas cada vez que podía.
-Te entiendo, si ya empezaste así en este lugar, era mejor irse. Ahora a seguir buscando, ¿no?
-Sí, supongo.
-¿No estás segura de buscar?
-No sé, la verdad que no me gusta ningún trabajo -explicó Bianca, con algo de hastío.
-¿Ninguno? ¿De qué te gustaría trabajar si pudieras elegir cualquier cosa? -indagó Sandra.
-Es que no lo sé, me gustaría poder tener una respuesta para eso, pero no se me ocurre nada -contestó, incómoda.
-¿Dirías que estás bloqueada?

Bianca levantó las cejas, sin decir nada.

-Podés no contarme si no querés, pero sentite libre de hablar. Con Ezequiel tratamos de poner sus preocupaciones en común, y eso siempre nos ayuda a encontrar soluciones -prosiguió Sandra, ante el silencio de Bianca.
-Entiendo, pero no sé si quiero hablar de eso en este momento -sentenció la invitada.
-¿Te hace mejor no contarlo?
-Por ahora, sí.
-A veces, y no es que te esté diciendo que lo hagas, pero a veces hace bien exteriorizar lo que nos pasa por dentro, incluso aunque no tengamos la idea bien formulada. El sólo hecho de intentar verbalizarlo nos da ventaja sobre no hacer nada.
-Gracias por sugerírmelo, aprecio mucho que me quieras aconsejar, pero igualmente prefiero no hablar de eso.

Luego de esta última frase de Bianca, la mesa quedó en silencio, salvo por algún que otro comentario de la madre hacia el niño en silla de ruedas, como celebrando cada vez que comía. Una vez que terminó de alimentarlo, les deseó "buen provecho" a los demás, y se llevó al pequeño.

Cuando quedaron solos, Ezequiel preguntó:

-¿Querés que te levante el plato? No comiste casi nada.
-No tengo hambre -aseguró Bianca.
-Tomá un poco de agua aunque sea...

Bianca agarró el vaso y tomó sólo un poco. Ezequiel miró con algo de frustración.

-¿Querés ir a descansar?
-Sí, por favor.

Ambos fueron a la habitación de Ezequiel, donde había dos camas individuales. "¿De quién es la otra cama?", preguntó Bianca, a lo que él explicó que era de su hermana, que ya no vivía en la casa. "¿Dormías en la misma habitación que tu hermana?", preguntó, confundida. Ezequiel no respondió.

Bianca se acostó, y él se arrodilló al pie de la cama.

-Te amo, ¿sabés? -lanzó él.
-Yo también.
-Perdoná por haberte traído acá, fue mala idea.
-Ya está. Sólo quiero dormir y que este día termine.
-Mañana hay otro, Bian...
-¿Y qué querés decir con eso?
-No, nada, qué sé yo.
-No, dale, ¿qué quisiste decir?
-Que por ahí te pueda ayudar ordenar tu cabeza, como para encarar mejor cada día.
-No entiendo por qué pensás que tengo la cabeza desordenada.
-No digo eso.
-Sí, lo dijiste.
-¿No te ayudaría hablar con Mila? Digo, ella te conoce hace muchos años, quizás te ayuda apoyarte en ella, ¿no? -sugirió, cambiando de tema.
-¿Por qué me esquivás la pregunta? No me parece que estés teniendo una conversación sincera conmigo, ¿de verdad creés que esta es una buena manera de comunicarnos?
-No, perdón.
-¿Entonces?
-Quise decir que el conflicto interno que tenés a la hora de buscar trabajo quizás sea el reflejo de un desorden, y que es posible que tenga que ver con que no te hayas sentado a acomodar tus prioridades. Tal vez por eso te cuesta sentirte cómoda con la idea de laburar, porque quizás haya alguna chance de que en realidad necesites hacer otra cosa antes que eso.

Bianca miró fijamente a Ezequiel.

-Ok. Es un buen punto.
-Siento que estoy empeorando todo con esta charla -se excusó él, con algo de pena.
-No estás haciendo nada mal, quedate tranquilo. Sólo tuve un mal día -calmó ella.
-Bueno, está bien. Mejor te dejo descansar, yo ahora voy a levantar la mesa y en un rato vuelvo.

Ezequiel saludó con un beso a Bianca, y luego abandonó la habitación.

Primero agarró los platos, guardó las sobras en un tupper, limpió la mesa, y finalmente procedió a lavar los platos. Entonces, su madre regresó a la cocina, se apoyó de costado contra la pared, y se quedó mirando fijamente a su hijo.

-¿Qué pasa? -preguntó Ezequiel.
-Eso te pregunto a vos, ¿qué pasa? -replicó, con tono conciliador.
-Nada, ¿qué me va a pasar? Habíamos quedado en que la pasaba a buscar a este trabajo nuevo, pero después me dijo que se había "escapado" del laburo y yo, en vez de dejar que se fuera a su casa, le dije que iba a buscarla porque me preocupé. Me equivoqué, no tendría que haberla traído.
-No te culpes a vos, Ezequiel.
-Es que ella no quería venir, y le insistí, porque me habías dicho que querías conocerla y cocinar algo...
-Y le insististe porque vos querías que nos conociera también -añadió Sandra.
-Sí, también...
-Yo la quería conocer como querría conocer a cualquier novia tuya -se explicó ella.
-No es mi novia.
-Me da igual el título que tengan, pero la verdad es que me dejó pálida su actitud.
-Ya está, salió mal.
-¿A vos también te trata así?
-No.
-¿Seguro?
-Sí, seguro, y tampoco es que te trató mal. Te dijo educadamente que no estaba con ánimos de conversar, al menos de ese tema que surgió en la mesa.
-Ezequiel, cuando vos vas a la casa de ella, ¿te comportás de esa manera?
-No, no podría.
-No la justifiques entonces.
-¿Cómo querés que no la justifique? No es una fulana que conocí por ahí, es alguien que forma parte de mi vida y de quien estoy enamorado.
-Está bien, está bien, sólo quería darme cuenta si sabés dónde estás parado.
-Sé dónde estoy parado. Ella está pasando por un mal momento, pero va a estar mejor. Me parece que apoyarla en estos tiempos es lo mínimo que puedo hacer.
-¿A qué costo, Eze?

Ezequiel dejó de lavar los platos por un momento, y la miró fijamente.

-¿Qué? -preguntó Sandra.
-No importa a qué costo. Nadie gana en el amor, mamá.

Sandra sonrió con complicidad, e intentó cerrar la charla.

-¿Estás feliz con ella?
-Sí -respondió Ezequiel, mientras retomaba la limpieza.

Su madre se quedó observándolo unos segundos, y se acercó a él. Lo rodeó con sus brazos, y le dio un beso en la cabeza. "Si necesitás hablar de esto, hacelo, te quiero mucho, Eze", le dijo, y abandonó la cocina.

Minutos más tarde, Ezequiel terminó de limpiar. Con el cuerpo emanando cansancio, fue a ducharse, y luego volvió a la habitación. Nuevamente se arrodilló al pie de la cama, y se quedó mirando a Bianca dormida. Después, extendió su mano y comenzó a acariciarle el pelo, mientras susurraba "te amo tanto, tanto", tras lo que apoyó su frente contra el colchón, y respiró hondamente.

Luego se reincorporó, y se hizo un lugar en la cama con ella. Una vez que se acomodó, apoyó su cabeza contra el pecho de Bianca, y la rodeó con su brazo. "Buenas noches, hermosa", dijo en voz baja, a lo que ella, somnolienta y disgustada, respondió: "Tenés el pelo mojado".

Ezequiel se disculpó, y se fue a dormir a la otra cama.


Parte 14: https://unperfectoplandelfin.blogspot.com/2019/10/mila-bianca-parte-14.html


Escrito por: Tomás Bitocchi

3 comentarios:

  1. Algún día vas a conocer a alguien que te cure esa angustia a abrazos, que te muestre que el amor de verdad no duele y que te transmita con mirarte, no más, que cualquier momento por más simple que sea puede ser perfecto. Te juro, Eze.

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