Ayer vi el final, lo vi claramente. Vi cómo y por qué todo va a terminar, y la desesperación me llenó el cuerpo de arena. Y así pasé de volar al lado tuyo, a caer violentamente contra el suelo.
El impacto me dejó tan maltrecho, que te rogué y rogué amor durante la noche. Entre sueños, respondiste como pudiste, con la poca paciencia que puede quedarte después de un largo día.
Entonces la habitación oscura se convirtió en inmensidad, y ni siquiera tu cabeza sobre mi pecho me dio paz. Sentí la horrible soledad de quien flota en el vacío eternamente.
Pensé en despertarte y preguntarte si me amabas, pero hubiera sido inútil. Tanto como querer rascar la pared para llegar al otro lado: Es más probable que mis manos se deshagan antes de cruzar.
Por eso, callé.
Y al día siguiente, aunque dolorido, me sentí mejor.
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