sábado, 24 de agosto de 2019

Mila & Bianca - Parte 9


-Los números de las mesas son 43, 54, 89  -contaba el encargado, mientras señalaba- y de ese lado la 4, 25, 123, 451, 921, 712, 671, 914 y 816.
-¿Por qué esos números? -preguntó Bianca, confundida.
-Porque es de mala suerte ponerlos en orden.
-Ja ja.
-No es un chiste.
-Ok, perdón. Es que nunca había escuchado algo así.
-Sí, qué sé yo, bueno, ahora Carolina te va a explicar el resto. Yo me voy, feliz comienzo.




El encargado se fue del restaurante, y la cajera tomó el mando.


-¿Tu nombre era Bianca, no?
-Sí.
-Perfecto. Yo soy Carolina, camarera y cajera. Ya hablamos antes, supongo que te acordás.
-Sí.
-Bien, andá poniéndote el delantal, tomá.
-Creo que me va a costar acordarme los números de las mesas... -comentó, mientras se ponía el delantal.
-Mirá, te la hago fácil: 1, 2, 3 -enumeraba, a la vez que indicaba con su dedo índice- 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11 y 12.
-Pero... Él me dijo otros números.
-Marcelo se llama, acordate su nombre porque, si no, se re ofende.
-Está bien, ¿y no se enoja si cambiás los números de las mesas?
-No lo sabe él..
-¿Y si se entera?
-No se va a enterar.
-Pero, ¿si se entera?
-Hace dos años estoy acá y jamás se dio cuenta pero, si se llegara a enterar, le digo que cambié los números porque me parecía más sencillo mi sistema.
-¿Y si me pregunta a mí por los números?
-Echame la culpa a mí.
-¿Y no es más fácil si le decís directamente que su sistema es ineficaz?
-No. Es un supersticioso, no tiene ninguna explicación racional para lo de las mesas, es algo que le dijo la mamá una vez y él repite como un loro. También usa cintitas rojas y esas boludeces. Una vez le sugerí que era un bajón poner esos números, pero no le gustó nada mi planteo. Decir las cosas directamente funciona con gente razonable, y él no lo es. Por eso, la hago fácil: Si hay reglas estúpidas que entorpecen mi trabajo, las rompo.
-Estoy de acuerdo con vos -contestó, tras un breve silencio.
-Me alegra. Bueno, te explico un poco cómo es la cosa acá. Tratá de prestar atención así no lo repito. Ahora hacemos una limpieza superficial del comedor, cosa que quede presentable, y a las 19:00 empezamos a poner los manteles y cubiertos para la cena. Yo te voy a mostrar dónde está todo esto, ¿sí?
-Sí.
-Cuando llegue la gente, empiezan los problemas. Hoy tendría que estar medio muerto, por eso quiero que te entrenes para cuando llegue el fin de semana, que es cuando se llena. Primero vas, los saludás, les dejás la carta, y al rato volvés para tomarles el pedido. Anotá mientras te lo piden, y después ese papelito se lo llevás con el número de mesa a los de la cocina. Fijate ahí atrás de la cortina, apenas entrás, hay unos clavitos donde ponés el papelito. Ellos después hacen sonar una campanita cuando el pedido está listo. Una vez que la orden llegó a la cocina, les llevás las bebidas y el pan. Cuando los platos estén listos, los agarrás, se los das y les deseás buen provecho, es muy importante que se los digas, nos gusta mantener un estilo amable. Como todavía no sabés llevar una bandeja, no la uses, más adelante te doy algunos truquitos para eso.


Así siguió explicando Carolina durante unos cuantos minutos, mientras Bianca asentía con la cabeza, con algo de fastidio.


-¿Marcelo vuelve? -preguntó Bianca, tras los instructivos de Carolina.
-No, ¿por?
-Por el pago, digo, por este día.
-Hm -dudó Carolina- Tendrías que arreglarlo con él, pero ya se fue. Mañana lo conversás.
-Bueno. ¿Cuánto es el sueldo?
-Mirá, a vos te va a pedir que labures los fines de semana seguramente, hoy te hizo venir para probar. Generalmente paga 500 por noche, depende la camarera.
-¿Cómo que "depende la camarera"?
-Algunas son mejores que otras. Si es buena, puede ceder y pagar más. Si es floja o normal, le paga lo que te dije.
-¿Y qué hay qué hacer para ser "buena camarera"?
-Yo creo que hay que, además de dar un buen servicio, darle ganas de volver al cliente. ¿Te acordás que había una publicidad que decía "Lo importante no es que vengas, sino que vuelvas"? Creo que la definición de un buen servicio va por ese lado.
-Igual, $500 es bajo, me parece.
-Si hacés las cosas bien te dejan propina.
-¿El baño dónde está? -preguntó Bianca, cambiando de tema.
-Subiendo las escaleras.
-Ok, voy un segundo.
-Dale. Ah, me olvidé de decirte, el baño limpialo también -aclaró Carolina, mientras Bianca disimulaba su disgusto.


Pasaron las horas, y finalmente el comedor estuvo listo para la cena. Llegaron los clientes, y Bianca procedió conforme su compañera le había indicado. En un momento, empezó a llenarse el lugar, y Carolina aceleró el ritmo de trabajo, pero la nueva no estaba a la altura.


-Necesito que te apures un poco -pidió Carolina.
-Tengo que ir al baño.
-¿Otra vez? Fuiste un montón de veces ya, ¿te sentís bien?
-Estoy bien, sólo que tengo que ir.
-Bueno, andá -respondió, resignada.


En su camino al baño, una señora que en su mano sostenía una copa de vino le pidió la cuenta, a lo que Bianca prometió llevarla. Una vez en el inodoro, sacó su celular, y revisó los mensajes. Ezequiel le había mandado "¿Cómo te fue dejando CV?" hacía varias horas:


-Estoy trabajando, hoy es mi día de prueba.
-¿Qué? No me contaste nada... ¿Dónde conseguiste? ¿Querés que te pase a buscar? Salgo tarde de la facultad, puedo acercarme así festejamos que conseguiste laburo -contestó Ezequiel inmediatamente.
-Sí, vení. Igual no creo que me quede, no me gusta.
-¿Por? ¿Te trataron mal?
-No sé. No me gusta.
-Pero contame si querés qué onda.
-No quiero hacer nada de lo que hay que hacer.
-Así es cualquier laburo, Bian, nos mandan a hacer cosas que no nos gustan a cambio de plata.
-Ya lo sé pero, ¿por qué? ¿Por qué laburar tiene que ser necesariamente una mierda?
-Algunos trabajos son mejores que otros pero, si te sentís tan mal en este, mejor que no vayas más.
-Me jode mucho que sea todo a las apuradas. La gente tiene que bajar un cambio, ¿quién los corre? Se comportan como si la vida fuera una carrera, incluso hasta para ir a cenar.
-¿Me querés contar de qué es el trabajo? Porque no me dijiste todavía...
-Camarera en un restaurante. Te paso la info ahora porque tengo que volver al comedor. No sé a qué hora salgo.


Le envió el nombre y ubicación del restaurante, e instantes después alguien tocó la puerta de su compartimento. "¡Apurate, por favor, que hay muchísima gente y necesito que me ayudes! ¡No doy abasto sola!". Era Carolina.

De mal humor, Bianca salió rápidamente y volvió al comedor, sin decir una palabra. "¿Tanto vas a tardar?", deslizó su compañera al pasar.

En el camino de vuelta, la misma señora de antes la frenó: "Disculpame, ¿me vas a traer la cuenta o no? Te la pedí hace un montón". Bianca asintió y se acercó a Carolina para decirle que no sabía cómo dar la cuenta. "Fijate qué pidió, mirá el precio, y calculá", le respondió. Las dos camareras estaban con una expresión de hartazgo en el rostro.


-Serían $560 -dijo Bianca a la clienta.
-¿Y el ticket?
-Ya se lo traigo.


Bianca se acercó a Carolina y le pidió el ticket, tras lo que su compañera le dio un papel y le dijo que anotara las cosas ahí, incluyendo el precio. Luego retornó con la mujer que quería pagar.


-Esto no es un ticket, acá anotaste vos con una birome -se quejó la señora, indignada.
-¿Qué necesitás que te dé? -preguntó Bianca.
-El ticket fiscal, nena. ¿Te estás haciendo la tonta o qué te pasa? ¿Cómo me vas a traer un papel anotado y decirme que es un ticket?


Bianca resopló y volvió con Carolina:


-¿Qué pasa ahora? -respondió, con mal modo.
-Me pide ticket fiscal.
-¿Quién pide eso?
-La señora que está allá.
-Decile que no nos anda la maquinita.
-¿Qué maquinita?
-Decile eso y punto, estoy con mil cosas, no puedo hacerme cargo de esto ahora.
-Pero es mi primer día, hay cosas que no entiendo todavía. Pensé que iba a ser más tranquilo hoy, como dijiste que sólo había gente los fines de semana...
-Sí, ya sé lo que dije, pero hoy resultó ser un día atípico, y necesito que seas resolutiva y te encargues vos de esto.
-Ok -contestó Bianca, resoplando nuevamente.


Inmediatamente regresó con la señora.


-Te pido disculpas, pero la máquina no funciona.
-¿Qué máquina no funciona, nena?
-La del ticket fiscal.
-¿Ah, sí? ¿Vos me querés ver la cara, no?
-¿Qué quiere que haga, señora? -preguntó, fastidiada.
-¿Ahora me tratás de "usted"? Qué bueno, por fin apareció el buen servicio -agredió, pero Bianca no respondió- ¿Cuánto me dijiste que era?
-$560, lo anoté en el papel.
-A ver... Tomá.


La mujer le dio tres billetes de $100.


-Disculpe, pero acá sólo hay $300.
-Y sí. Sin ticket fiscal te ahorrás los impuestos, así que te pago menos.


Bianca miró confundida.


-Señora, no sé qué significa eso ni estoy segura de que funcione así, pero tiene que pagar el precio completo.
-Agarrá los 300 y quedátelos, nena. Si seguro te tienen en negro acá. Buscate otra cosa, ¡con lo bonita que sos, seguro que alguien te va a dar un trabajo mejor! Si no buscate un marido que te tenga como una reina, ¡ja ja! Además, seamos sinceras... Estás grande para ser camarera.
-¿Y vos qué sabés qué edad tengo? -contestó, enojada.
-Este es un trabajo para pendejas, o para chicas como tu compañera.
-¿A vos te parece bien esto que estás haciendo y las cosas que decís? En serio te pregunto, ¿te gusta esta situación? -apuró Bianca.
-¿Qué pasa, ya no me tratás de "usted"?
-¿Es divertido para vos esto? ¿Disfrutás este momento horrible que generaste?
-A mí no me corras con eso, chiquita. Tengo la piel curtida de que me traten mal, con tu tonito de malcriada no me vas a asustar.
-Basta, pagá la cuenta como corresponde, no seas rata.
-"Rata".
-Sí, rata, tacaña. Pagá lo que pediste, no te estoy pidiendo nada del otro mundo.
-Nadie que sepa lo que es tener que contar las monedas para llegar a fin de mes podría usar esa palabra sin sentir que le pica la conciencia.
-Dejate de joder, estás inventando cualquier cosa para no pagar.
-Es un privilegio estar en tu lugar, nena. No lo malgastes siendo una camarera mediocre. Porque, digamos la verdad: Sos una camarera mediocre. Tu servicio fue pésimo y, si tengo que adivinar, diría que no sólo en esto sos mediocre, ¿estoy en lo cierto?
-¿Qué tiene que ver eso con que vos no quieras pagar la cuenta?
-Tranquilita, camarera, moza, sirvienta, algo vas a encontrar para hacer de tu vida.
-¿Por qué hacés esto? ¿Cuál es tu problema?
-¿Sabés cuándo metiste la pata? -continuó, omitiendo las preguntas- Cuando me dijiste "rata". ¿Vos no sos capaz de darme un ticket fiscal porque tu jefe no quiere pagar impuestos, y yo soy la "rata"?
-Pero yo no decido eso.
-Vos no tenés idea de todo lo que tuve que hacer desde que nací para poder irme a dormir con la cabeza tranquila y sin deberle nada a nadie -comentó, pasando por alto la respuesta de Bianca- Años y años peleando contra la corriente... Trabajos de mierda, familia de mierda, casa de mierda, vida de mierda en general. Bah, te lo resumo: Mierda para lo que se te ocurra. Por eso, si te trato así es porque ya le saqué la ficha a todo el mundo, y vos sos de manual, sirvientita. ¿Te jode que te diga así, no? Mirá la carita que ponés, ja ja ja, ¡sirvientita!
-¿Sabés qué? Te voy a hacer caso. Me quedo con la plata y me voy a mi casa. No necesito esto, no me lo merezco.
-¿Ya está? ¿Ya gané? No, ahora dame la plata, no pensé que iba a ser tan fácil quebrarte... Sirvientita -dijo, y le agarró el brazo.


Furiosa, Bianca agarró un vaso con agua de la mesa, y arrojó el líquido sobre la cara de la clienta que, tras hacer una breve pausa, empezó a reír sin parar. "¡Yo sabía, yo sabía!", celebraba, mientras Bianca se sacaba el delantal e iba a buscar su cartera, para luego abandonar el restaurante. Carolina miró pasmada la escena, y quedó con sus brazos levantados, como esperando alguna explicación. "¡Bianca, vení!", gritó, pero ya se había ido.


Parte 10: https://unperfectoplandelfin.blogspot.com/2019/09/mila-bianca-parte-10.html

Escrito por Tomás Bitocchi


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