domingo, 21 de julio de 2019

Mila & Bianca - Parte 6

-¿Vas a salir a repartir CV mañana? -preguntó a Bianca su madre ese domingo.
-Sí, ya te dije que sí.
-La semana pasada dijiste lo mismo, y no lo hiciste. Por eso te pregunto.
-Voy a ir, mamá. Además, no es todo ir a dejar CV en persona, te expliqué que la mayoría es por Internet, y estoy mandando todos los días.
-Ok… ¿Cómo te fue con este chico con el que saliste?
-No quiero hablar de eso.
-¿Te trató mal?
-Sí, pero ya está. Ya fue.
-¿No deberías tener más cuidado para elegir con quién salís? Digo, suponiendo que tenés la necesidad de salir con otros chicos además Ezequiel.
-¿Nunca elegiste mal vos, mamá? Ah no, cierto, si estás hace 200 años con papá.
-Cuando te enamorás de verdad es así, podés estar toda la vida con la misma persona y no querés cambiarla por nada, ¿qué loco, no?
-Las boludeces que hay que escuchar… -burló Bianca.
-Bueno, ¿y con Milagros?
-Con Mila muy bien -replicó, haciendo énfasis en el nombre de su amiga- hoy se fue a lo de la madre.
-Perdón, no me acostumbro. Es que, es tan raro… No entiendo por qué insiste con lo de “Mila”.
-Porque le gusta más, mamá, y esa es razón suficiente. No te veo consternada porque Mauricio Goldfarb se hace llamar Mauro Viale.

Graciela miró con gesto irónico.

-Hija…
-¿Qué te importa por qué lo hizo, mamá? Preguntale a ella de última, así no le das más vueltas al tema.
-Bueno, bueno, tranquilita eh, estás muy alterada últimamente.
-Es que me insistís veinte mil veces con lo mismo.
-Estoy intentando conversar, Bianca. Qué difícil que es todo con vos.
-No es difícil, vos sos densa.
-¿Densa? Si te dejo hacer lo que se te canta. Si yo anduviera con la ligereza con la que vos te manejás, mi mamá me hubiera encerrado en la casa.
-Porque tu mamá era una pelotuda bien acorde a su tiempo.
-¿Sabés qué te haría bien? Hacer alguna actividad que te ayude un poco a relajarte.
-Sí, como dormir.
-No, pensaba en algo como un psicólogo.
-¿Vos querés que vaya a un psicólogo a “relajarme”? ¿En serio mamá?
-Tal vez te ayude, ¿no lo consideraste?
-A ver, ¿vos vas al psicólogo?
-No, pero constantemente leo sobre psicología.
-Leer “Gente Tóxica” no cuenta como psicología, mamá.
-Leo eso para aprender cómo lidiar con vos, hija, porque estás insoportable. No trabajás, dejaste la facultad, y encima te separaste de Darío. Ruego para que con este chico Ezequiel puedas comprometerte un poco más. Bah, para que al menos te comprometas con algo. Ya estás grande como para deambular así por la vida.
-¿Qué tiene que ver Darío, mamá? ¡Qué ganas de joder que tenés, eh! Ni me lo nombres.
-Te lo nombro porque todavía no lográs explicarme por qué te separaste. Estuviste mucho tiempo con él, y creo que me merezco alguna explicación de por qué pasamos de hacerlo parte de la familia a que no sepamos absolutamente nada de él.
-Ya te dije, teníamos visiones diferentes de la vida, ¿qué otra explicación querés?
-Pero hija, ¿vos te pensás que soy tonta? Pasaste de una relación a otra casi de repente, cualquiera que haga dos más dos ya sabe qué pasó pero, lamentablemente, ni siendo así de obvio querés decirme. Por eso te sugiero, quizás yendo a un psicólogo puedas desahogarte y sacar toda esa ira que tenés constantemente.
-No tengo ira, mamá. No tengo nada de ira, ¿sabés donde me pongo de mal humor? Acá, cuando me insistís una, y otra y otra y otra vez.
-Estás muy agresiva, intento dialogar con vos y me la hacés imposible, ¿qué tengo que decir para que te abras un poco? Yo sé que soy pesada, pero vos sos muy hostil.

Bianca se agarró la cabeza y suspiró. Luego de una pausa, contestó:

-Tenés razón. Estoy medio intratable últimamente, perdón si te hablé mal -admitió, mientras parecía contener su enojo.
-Está bien, no te preocupes.
-Sólo necesito que entiendas que yo tengo mis tiempos, y que para mí todavía no es momento de hablar de algunas cosas. Te pido que entiendas eso, nada más.
-Tomate el tiempo que necesites. Sabés que podés hablar conmigo, lo que me importa es verte bien.
-Ya sé, ma. Gracias.


Horas más tarde, llegó Ezequiel, vestido de camisa y cargando una bolsa de una panadería. Abrió la puerta Bianca:

-Hola Eze -saludó, y le dio un pequeño beso.
-Traje una torta -comentó él, levantando la bolsa para mostrarla.
-Ay, no hacía falta.
-Bueno, igual traje. Es lemon pie, la que dijo tu mamá que le gustaba.
-Vení, dámela así la guardo.

Bianca llevó la torta a la heladera, y Ezequiel se cruzó con la madre:

-Hola Eze, ¿cómo estás?
-Hola Graciela, muy bien. Traje torta -respondió, levantando las cejas.
-¿En serio? ¿Dónde está?
-¡La estoy poniendo en la heladera, mamá! -gritó Bianca, desde la cocina.
-¿De qué es?
-De lemon pie -continuó Ezequiel- Me dijiste que te gustaba, ¿no?
-¡Qué atento! Sí, me encanta.
-Iba a traer algo para Roberto, pero me dijo Bianca que sigue de viaje. Me gustaría conocerlo.
-Sí, está de viaje. Tranquilo, ya lo vas a conocer, ¿querés un té?
-¿Un té? ¿Antes de comer?
-Pero claro, ¿sabías que en Oriente, cuando en una casa le dan cobijo a un viajero, lo primero que le ofrecen es un té?
-No estamos en Oriente ni Ezequiel es un viajero, mamá -acotó Bianca- Tampoco sabemos si eso del té es cierto.
-Bueno, si es algo que hacen en Oriente, me gustaría ser parte, como para variar un poco -contestó Ezequiel, mientras caminaban hacia la cocina, ignorando por completo el comentario de Bianca- ¿Viajaste mucho, Graciela?
-Sí, con mi marido. Ahora no tanto porque no tengo ganas. Todo muy lindo, pero llega un momento en que aprendés a disfrutar de la comodidad de casa.
-¿Te podés llegar a cansar de viajar?
-En un punto te agotás de deambular. A ver, siempre es lindo, pero el hogar es el hogar. Ahora prefiero más los viajes cortitos. No sé, una semanita en Barcelona y volver. Hoy por hoy estoy con más ganas de juntarme a cenar con mis amigas.
-Mamá, ¿tus amigas también presionan a sus hijas porque no tienen trabajo? -interrumpió Bianca, ácidamente.
-Los hijos de mis amigas ya viven solos y, en el mejor de los casos, formaron una familia.
-Ah, mirá. Está bueno eso -continuó Bianca, con el mismo tono de antes.
-Sí, está bastante bueno. No estaría mal que pensaras en darme la posibilidad de tener un nieto, ¿no?
-Ay, mamá.
-Digo, si tu novio está de acuerdo -dijo la madre, sonriendo, como invitando al muchacho al chiste.

Ni Ezequiel ni Bianca contestaron, y se hizo un breve silencio que luego la madre quebró al ponerse a hablar del sabor del té que había probado en otros países. Tras haber bebido la infusión, se sentaron a almorzar, y más tarde dieron cierre a la reunión con el postre. Una vez finalizada, Graciela los acompañó a la parada del colectivo, y así la pareja se fue de paseo.

Cuando finalmente estuvieron a solas, charlaron entre ellos:

-¿La pasaste bien? -preguntó Ezequiel.
-¿Si yo la pasé bien? Vos fuiste el invitado.
-Sí, la pasé bien, pero te pregunto a vos porque estabas un poco rara.
-Es que vengo teniendo unos días de mierda.
-¿Por?
-Porque primero salí con este pelotudo que te conté, mi vieja está re insistente con que vaya a buscar trabajo, y nos echaron a Mila y a mí de un evento.
-¿Cómo que las echaron? No me contaste.
-Y… No, me daba un poco de vergüenza. Igual nos reímos al final, pero la verdad es que quedé como el orto.
-Pero, ¿qué pasó?
-Nada, me reí de lo que cantaba una mina, y la organizadora, que es mi ex compañera, era amiga de ella, así que nos terminamos yendo. O sea, no nos echaron, pero nos re increparon, y medio que no nos quedó otra.
-¿Tuviste que pagar para entrar a ese lugar?
-Sí, la concha de la lora, ja ja.
-Ja ja, bueno, tranquila, ya está.
-Sí, ya está.
-¿Y no pasó nada más? Digo, por fuera de estas cosas.

Bianca ladeó la cabeza.

-¿A qué te referís?
-No sé, no tengo nada en mente.
-Sí, pasó algo más, pero intento no hablar de eso.
-¿Me querés contar?
-No sirve contarlo, en serio.
-¿Y si pudiera ayudarte con algún consejo?
-Pero es que es un tema que ya tocamos mil veces, no hay nada que hacer al respecto.
-¿Tiene que ver con Darío, no? -supuso Ezequiel.
-Sí -contestó ella, con hastío- me lo crucé en el colectivo.
-Ah -contestó él, cuya expresión se congeló.
-Y nada, discutimos en el bondi, una mierda.
-¿Qué discutieron? Hace mucho no lo ves, supuestamente.
-“Supuestamente” no. Es verdad que no lo veo hace rato, pero justo me lo crucé. Y peleamos por lo mismo de siempre. Hasta te nombró. Bah, no te nombró, pero hizo alusión a vos.
-Hm, ¿qué dijo de mí?
-De vos nada en particular, pero sí me hizo esas preguntas re violentas, onda, “¿y a él le decías que lo amabas mientras estábamos juntos?” o algo así.
-Qué enfermo que está.
-Se enfermó de posesión. Me pone del orto todo lo que pasó, porque las cosas podrían haber salido bien, si no fuera porque él no puede aceptar que las personas tenemos la libertad de hacer y elegir lo que se nos cante. Te juro que él no era así antes. Me acuerdo de una vez que me leyó algo que escribió para mí, y había una parte que tenía una frase como “si no tuviera otra oportunidad en la vida, elegiría otra vez a la mujer que avanza firme y con amor propio, la que hace lo que quiere y no lo que le dice otro”, ¿cómo pasás de eso a separarte porque tu pareja hizo uso de su libertad?
-Bueno, por ahí en unos años vuelve a hablarte con la cabeza cambiada.
-Sí…
-¿Por qué ponés esa cara?
-Porque ya está, no quiero darle más vueltas al tema. Mila el otro día me cortó menos diez con esto, y si ella está cansada de escucharme, no me quiero imaginar vos. Nunca quise ponerte en esta situación de mierda.
-Es re importante que hables de esto todo lo que necesites. Por ahí Mila no piensa como nosotros, y por eso no entiende qué frustrante es amar y ser correspondido, pero que no sea posible estar juntos. Pero también sería bueno que encuentres qué es lo que no te deja en paz de este tema. Porque él no quiere estar con vos, de hecho, él quiso separarse, y como no tiene intenciones de cambiar su forma de vincularse en el amor, al menos al corto plazo no parece que vaya a volver. A lo que voy, si ya está todo terminado de su parte, ¿qué es lo que te hace reincidir en este tema?
-Y… -expresó Bianca, como pensando una respuesta- Creo que es que todavía lo siento cerca. Incluso aunque no hable con él, todos los recuerdos se me vienen a la cabeza cuando estoy sola. Y me duelen, porque son lindos.
-¿No te convendría crear nuevos recuerdos?

Bianca miró fijamente a Ezequiel, y después bajó la cabeza:

-Sí, tenés razón -contestó, y le agarró la mano.
-Para estar en paz con el pasado, es importante entenderlo. Y creo que esa parte la tenés resuelta, porque él te dejó muy claro que no está listo y que tampoco está dispuesto a deconstruirse. Lo que te falta ahora es alejarte de esa puerta.
-Me cuesta mucho cerrarla...
-No la cierres, si no es lo que querés. Dejala abierta, por si un día cambia de opinión y vuelve, pero no le insistas en venir si ya te dijo que no. Nunca sale algo bueno de eso.
-Es que me pongo terca porque siento muchas cosas por él y termino sintiendo la responsabilidad de hacerlo entrar en razón, aunque se niegue. Tenemos mucha historia juntos como para tirarla a la basura por un capricho suyo.
-No te estoy juzgando por cómo encaraste las cosas. Todos tenemos esos rayes a veces. Cada cosa buena que hay en vos no pierde su valor porque no sepas manejar una situación. Tené paciencia. Si es verdad que la historia se repite, quizás el pasado reaparezca en el futuro a darte una alegría.

Bianca nuevamente lo miró a los ojos.

-¿Qué pasa? -preguntó Ezequiel dulcemente.
-Es que es muy lindo lo que me decís -contestó ella, con los ojos vidriosos.
-Te amo, Bianca.
-Yo también -respondió ella, y calló unos instantes para luego cambiar de tema- Me gustaría que conocieras a Mila un día…
-¿Sí? ¿Creés que puedo llegar a caerle bien?
-Ojalá que sí.  




Escrito por: Tomás Bitocchi


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