viernes, 16 de diciembre de 2016

Cenizas en la cerveza


Era la fiesta o reunión en la casa de un chabón que me cae bien, pero que no ubico demasiado. La música estaba a un volumen normal, se podía hablar tranquilamente. La piba fumaba sola.


Es poco usual ver a una chica sola en una fiesta en Buenos Aires. Quizás en otros lugares sea más común, pero acá una mujer casi siempre está acompañada, ya sea por una amiga/o, pareja, o por algún tipo que quiere fornicarla. Digo “fornicarla”, porque rara vez le interesa conocerla.

Me acerqué al sillón doble donde estaba sentada, y le pregunté si le molestaba que me ubicara al lado suyo. La verdad, es que elegí ese sitio porque era uno de los pocos que no estaba volcado con alcohol. Ella no tuvo problema.

Casi todos fumaban dentro de la casa, pero creo que ella era la única que fumaba cigarrillos. Tiraba las cenizas adentro de un vaso que estaba sobre una mesita contigua al sillón. El vaso todavía tenía algo de cerveza:

-Espero que nadie quiera tomar de ahí –le dije, para bromear.
-Ojalá que no, no quiero quedarme sin cenicero… –contestó, de buena manera. Sus ojos estaban hinchados, y las ojeras los resaltaban.
-¿Me convidás un cigarro? –pedí.
-Pero vos tenés una caja ahí… La estoy viendo.
-Sí. Lo sé. Pero tus cigarrillos son más ricos. Si querés te cambio uno mío por uno tuyo.
-No, no hace falta. ¿Por qué compraste cigarros que no te gustan?
-Es que eran más baratos… ja ja –bromeé.
-¿Andás mal de plata? –preguntó, casi al pasar.
-Más o menos. Ando peor de otra cosa.
-¿Del alma?
-¿Por qué no “corazón”?
-Hablar de corazón me hace pensar en sangre, el alma en algo distinto, un poco más cercano a lo intangible de nuestros sentimientos –dijo ella.
-Entonces sí, del alma.
-¿Qué te anda pasando?
-Estoy medio confundido con mi novia. Creo, pero no estoy seguro, que ya no la amo.
-¿Y por qué creés eso?
-Porque ya no tengo muchas ganas de hablar con ella, la veo con muy poca frecuencia… No sé, siento que no es lo mismo ya.
-¿Lo hablaste con ella?
-No.
-¿Pensás hacerlo?
-¿La verdad? No sé.
-¿Por qué creés que te pasa esto?
-Quizás me hice una idea equivocada de lo que era la relación.
-¿Qué querías de la pareja?
-Y… Menos presiones. No me gusta “tener que” verla, pasar tiempo con su familia, planificar un futuro, irnos a vivir juntos más adelante, etc. ¿Me explico?
-Perfectamente –aseguró la chica- Vos querías algo más tranquilo.
-Sí.
-¿Te asusta decirle eso a tu novia?
-Un poco.
-Hablalo, es la manera más efectiva en tu caso. Ese tipo de presiones terminan arruinando relaciones que podrían ser hermosas. No creo que no la ames, me da la impresión que te sentís atado.
-Pero, ¿el amor no es eso? No sé, ponerse de novio, comprometerse, planificar… -dije, un poco dubitativo.
-Ja ja ja –rió ella, dándole una profunda pitada a su cigarro.
-¿Qué?
-El amor es algo tan complejo, nene.
-¿A qué te referís?
-Una cosa es lo que nos venden del amor. Ya sabés, lo que ponen en las películas románticas yankees. A algunos puede hacerlos felices, pero no es cierto que el amor viene empaquetado. Las relaciones humanas siempre difieren unas de otras. No hay una amistad igual a la otra, no hay amores equivalentes, no hay un odio que se repita –explicó, tras lo que se mordió los labios con algo de frustración.
-¿Qué es el amor entonces?
-El amor, creo, es el rótulo que le ponemos a las relaciones con las personas que nos hacen felices. En otro tiempo, hubiera tenido una definición larguísima, pero esta me terminó pareciendo sintética y adecuada. No sé, por ejemplo, ¿tu novia te hace feliz?
-Sí.
-Ni lo dudaste.
-Y, no. Estoy seguro que me hace feliz.
-Entonces la seguís amando, o probablemente la sigas amando. El problema son todas esas boludeces que vos llamás “presiones”.
-¿Qué harías en mi lugar? –consulté.
-Seguiría, tranqui. No te vuelvas loco todavía, estás lejos del colapso.
-¿Vos colapsaste alguna vez?
-Ja.
-¿Qué pasa?
-Sí. Colapsé.
-¿Qué pasó?
-Me enamoré de dos chicos. Bah, sigo enamorada de ambos. Pero el colapso ya pasó.
-Uh… Jodido.
-Sí. Muy.
-¿No pudiste elegir a uno? –pregunté.
-¿Elegir? ¿A vos te parece que hay que elegir?
-Y, no sé, para estar más tranquila.
-No puedo pensar así. Los dos son una parte importantísima de mi vida. Los amo tremendamente.
-¿Y por qué eso te hizo colapsar?
-Porque uno está de novio.
-Más jodido todavía.
-Sí. Mirá, es el pibe ese de remera azul –dijo, acercándose a mí para señalarme quién era- ese que se está besando con la minita de verde.
-¿Esa es la novia?
-No, es otra piba, no la conozco.
-¿Y la novia?
-Ni idea, en la casa, en una fiesta, qué sé yo.
-¿Y por qué no lo estás besando vos?

La chica me clavó la mirada unos segundos, y contestó:

-No sé. Tengo miedo.
-¿De qué?
-De que alguien después vaya y le cuente a la novia.
-Pero… Él se está besando con una chica ahora, ¿nadie le va a contar a la novia eso? –indagué, confundido.
-No es lo mismo. Yo soy su amiga, todos me conocen, y la mayoría sospecha que hay algo entre nosotros. La novia lo amenazó mil veces con dejarlo si se enteraba que andaba conmigo.
-¿Y a vos no te conviene que lo deje?
-Ja ja ja ja –rió, con algo de cinismo- ¿A qué te referís con que “conviene”?
-Y… Si vos estás enamorada de él, y corta con la novia, no tendrías que esconderte más.
-No pienses así, nene. No es una buena forma de vivir.
-Ok…
-Además, la idea de “esconderse” es un poco ambigua, ¿no? Digo, ¿de quién me estoy “escondiendo”?
-¿De la novia? –atiné.
-¿Y? ¿Qué me importa ella? Ella le hace bien al flaco, y él me hace muy feliz a mí. Cuando estoy mal me cuida, cuando estoy bien me potencia, cuando tengo miedo me da fuerzas. Eso es lo que importa en esta vida de mierda.
-¿Y nunca te sentiste… “menos”?
-¿”Menos” que qué?
-Que la novia, por ejemplo.
-¿Por qué me sentiría menos que ella?
-Porque ella no se tiene que esconder, es su pareja, conoce a su familia, y todo eso.
-No, la verdad me chupa un huevo todo eso –contestó, con desdén.
-¿Te gustaría que la dejara por vos?
-No, ya te dije que ese escenario no me interesa. Sería horrible. Además, ¿te imaginás? El flaco viniendo y diciéndome “che corté con mi novia por vos, sentite feliz, hice un canje”, no, no, no, por Dios, no. Él no es así.
-Está bien. Pero, me queda una duda, ¿y el otro chico del que estás enamorada?
-¿Qué tiene?
-¿Él está de novio?
-No. Está “conmigo” por decirlo de alguna manera.
-¿Por qué “de alguna manera”?
-Porque los dos estamos con quienes queremos en términos físicos, pero sabemos que nuestro vínculo es especial. No somos novios.
-¿Le dijiste que lo amás?
-Sí.
-¿Y qué te contestó?
-Que él también.


Agarré uno de mis cigarrillos, lo encendí y, breves segundos después, la miré:

-Diculpame pero, la verdad, no entiendo nada de cómo te manejás, ja ja –bromeé.
-Pocos lo entenderían. A veces ni yo entiendo cómo funciona este entramado de relaciones en mi vida.
-Pero, vos decís que sos feliz, ¿no?
-A veces tengo miedo.
-¿De qué?
-De perder todo. De perder al que "sale" conmigo si se entera que también amo a otro hombre, o de no ver nunca más al que tiene novia si decide irse al culo del mundo con la mina, o si la flaca le dice que no nos veamos más.
-El que no tiene novia no podría aceptar que amaras a otro además de él, ¿no?
-Aceptar… Tantas veces me dije que tenía que “aceptar”.
-¿A veces no querrías hacerlo?
-Menos veces de las que sí quiero.
-¿Y el otro? ¿Qué onda? ¿La novia podría alejarlo de vos? ¿No te defendería si llegara esa instancia?
-¿La verdad? No lo sé. Nunca se lo pregunté.
-¿Tenés ganas de preguntárselo?
-No.
-¿Temés la respuesta?
-Ja. No. Sólo que no es una pregunta que me ande dando vueltas por la cabeza. Me preocupan otras cosas.
-¿Qué otras cosas?
-Por qué no puedo ser más fuerte –contestó ella, tomándose la cabeza con la mano que tenía libre- Por qué no puedo dejar de tener que apoyarme en otros para ser feliz. Por qué tengo miedo de fracasar todo el tiempo. Por qué tengo que buscar razones para vivir, y no simplemente hacerlo.
-¿No tenés ninguna razón para vivir?
-Sí. El amor. Gracias al amor yo vivo. Gracias al amor puedo continuar. El amor como una forma de vivir, como el hacer feliz a otras personas, independientemente si las conocés hace diez años o diez minutos. Mi alma se llena dándole un poco más de vida a otros, y también se llena cuando otros me la dan.
-Es un sentimiento hermoso lo que planteás.
-Lo es y, aun así, me cuesta continuar.
-Quizás porque te hacés más preguntas de las necesarias.
-No sé si hay preguntas necesarias… Creo que hay preguntas correctas e incorrectas.
-¿Y qué pregunta incorrecta te estás haciendo?
-“¿Por qué tengo que seguir?”.
-¿Y cuál deberías hacerte?
-“¿Por qué habría de parar?”.

Luego de su última frase, me observó unos instantes, y tomó un cigarrillo nuevo de su caja. Me quedé callado, ya no sabía qué más decirle.

Ella siguió fumando un rato largo y, antes de levantarse, se me acercó y tomó mi mano. Yo le sonreí, y ella me devolvió el gesto con sinceridad. Entonces, se me acercó, y me susurró al oído “gracias por escucharme, nene”, tras lo que me besó en la mejilla. Luego, abandonó la fiesta o reunión.

Una vez que ya no estuvo, miré hacia su lado del sillón, y noté que había olvidado sus cigarrillos en la mesita. Me los fumé todos, y luego me fui yo también.

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