jueves, 26 de mayo de 2016

Ástrid - Parte 12


Respuestas implícitas

“Podemos vernos mañana si querés”, fue lo único que decía la respuesta de Ástrid. Casi sin dilación, le contesté que sí.

-¿Querés que nos juntemos a desayunar? -preguntó, dejándome un tanto sorprendido por su iniciativa en la propuesta.
-¿A desayunar? Bueno… me vas a hacer madrugar -contesté, intentando no poner signos de exclamación ni cosas por el estilo, para que notara que el mensaje que le había mandado cuando desperté iba en serio.
-Bueno, después te digo bien dónde -dijo, y no le escribí más.


Llegué a casa y me duché un rato largo. Un poco para asearme, y otro tanto para aclarar mi cabeza.
Me llamó la atención que Ástrid se mostrara dispuesta a cooperar, pero no podía dejar de pensar que, en realidad, no había leído por completo mi mensaje o, quizás, no supo interpretar su tono.
Tal vez debí haber puesto un punto final en mis palabras, y no dejar lugar a que nos volviéramos a ver. Pero no puedo mentirme a mí mismo: A pesar de mis dudas y de lo que digan mis amigos sobre ella, yo no puedo sacarla de mi cabeza.

Tras la ducha, agarré mi celular y noté que Ástrid me había dicho dónde juntarnos, y que también me había escrito Helena. No había puesto ninguna palabra, sólo mandó un corazón:

-¡Hola! -atiné a responderle.
-¿Cómo estás, lindo? -prosiguió.
-Bien, ¿vos? ¿Llegaste bien a tu casa?
-Sí, hace bastante ya. ¿Vos? ¿No enamoraste a ninguna chica en el camino a tu casa?
-¡No tengo forma de saberlo! Jaja.
-¡Ja! Me encantó conocerte.
-Y a mí me encantó conocerte a vos, Hele.
-¿Querés que nos veamos esta noche?
-Me encantaría, pero no puedo, mañana tengo que madrugar.
-¿Un domingo?
-Sí.
-¿Qué tenés que hacer un domingo a la mañana?
-Mejor te cuento cuando nos veamos.
-¡Apa! Ya me estarías confirmando que nos vamos a ver… ¿Va a ser pronto?
-No podría esperar mucho, hermosa…
-¡Sos un dulce de leche! Bueno, avisame, que yo tengo disponibilidad total.
-¿No trabajás?
-No, no. Estudio.
-¿Qué estudiás?
-Psicología.
-¡Qué buena onda!
-¡Sí, es lo más! Lindo, tengo que dejar el celular, mi vieja me pidió ayuda con unas cosas.
-Ok.
-¿No te vas a olvidar de mí, no?
-No, Hele, contá con que salgamos pronto.
-Hablamos, bombón -saludó finalmente.

Mi ánimo mejoró bastante gracias a Helena, porque me había hecho recordar que yo valía la pena para muchas personas. Igualmente, todavía estaba un poco nervioso por el encuentro con Ástrid. En sus palabras no noté que fuéramos a tener un desayuno ajetreado, pero mi mensaje fue mucho más fuerte que cualquier otro que le haya enviado.
No sabía qué esperar, pero igualmente iba dispuesto a pelearme con ella.
Al día siguiente, madrugué y fui al lugar donde me citó unos minutos antes de lo acordado. Ella llegó exactamente cuando dio la hora de encuentro. Se acercó, tiró lo poco que quedaba de su cigarrillo, y me saludó:

-¿Esperás hace mucho?
-No, no, si llegaste puntual -dije.
-Bueno. ¿Entramos?

Nos sentamos en una de las mesas y, como no había nadie, la moza se acercó enseguida. Ástrid pidió un café con medialunas, y yo un café con un tostado. Apenas se fue la camarera, quedamos en silencio.
Ella no decía nada, pero yo no quería interrumpir la tensión. No quería ser el desencadenante de lo que pudiera llegar a pasar a continuación.
Mientras yo movía constantemente las manos por los nervios, ella parecía estar absolutamente tranquila, manejando la situación con mucha frialdad.

Después de varios minutos de estar en silencio y casi sin mirarnos, trajeron nuestro pedido, y ahí Ástrid habló:

-¡Ah, comida, por fin! No me gusta hablar con el estómago ansioso… ja ja.
-¿Qué? -repliqué, mientras me mostraba absolutamente confundido.
-Que por fin llegaron las medialunas, ¿no te parece razón suficiente para empezar a hablar?
-Ah… ja ja, sí, claro -contesté, todavía anonadado.
-¿Cómo te fue en el resto de tu cumpleaños? -consultó Ástrid.
-Bien, por suerte. La verdad es que todos fueron buena onda conmigo, no era mi casa, pero sentí como si lo fuera.
-¿Seguiste tomando? Estabas medio mareado cuando me fui…
-Sí, ni me digas. Tomé más, y bueno, por suerte no hice desastres.
-¿Desastres? Ya te imagino, tomándote impulsivamente un avión a Miami, con alguna de tus amigas bronceadas, con los anteojos de sol puestos hasta para dormir.
-¡Ja ja!
-…
-¿Por qué me dijiste de juntarnos a desayunar?
-¿A qué te referís?
-Sí, es raro que me hayas invitado.
-¿No fuiste vos el que me dijo, apenas nos conocimos, que yo era “rara”?
-Sí. Siento como si eso hubiera pasado hace mil años. Y después te dije que eras especial, no rara.
-Cierto, ¿y la gente "especial" no hace cosas especiales?
-¿Esas cosas especiales son siempre las mismas?
-Varían según a quiénes tengamos en frente, ¿no nos pasa a todos así?
-¿Y si estás sola? ¿Qué hacés? ¿Qué sentís?
-Soledad.
-¿De la buena o de la mala?

Ástrid sonrió, y dio un sorbo a su café.

-Me pone muy a gusto que estemos desayunando ahora -comentó- Hace mucho tiempo que no lo hago con alguien.
-Yo nunca desayuné con alguien, creo.
-¿Nunca desayunaste acompañado?
-Bueno, sí, pero nunca me junté con alguien fuera de mi casa a hacerlo.
-¿Y qué te parece?
-Que el tostado está muy rico.
-¿Te imaginás si fuera un tostado infinito? -preguntó.
-¿Cómo?
-Un tostado que nunca terminara. ¿No sería más sencillo así saber cuándo parar?
-Pero yo sé cuándo parar… cuando se acabe mi tostado.
-A eso me refiero. Si tuviéramos recursos ilimitados en las cosas que nos gustan o necesitamos, ¿no seríamos más mesurados?
-¿Creés que consumimos de más?
-Pero claro. De hecho, “consumismo” se define como “tendencia al consumo excesivo e innecesario de bienes y productos”. En esa sociedad vivimos, en la que hay más de lo que necesitamos, y encima todo el tiempo se nos incentiva a obtener más cosas.
-…
-De hecho, creo que esa forma de pensar y vivir se extiende al trato con las personas. Por ejemplo, esa idea de “éxito” que implica tener muchos amigos, o una red de “contactos” muy extensa.
-Es bastante agotador el éxito pero, si buscás tener un buen futuro como profesional, no te queda otra, por lo menos en lo de la red de contactos.
-¿Y qué es un buen futuro profesional? ¿Trabajar en una empresa conocida? ¿Tener un sueldo abultado? ¿Crecer y crecer en tu profesión, pero nunca poder vencer el miedo a fracasar?
-Yo no creo tener miedo a fracasar, Ástrid.
-¿Nunca sentiste que tu vida era un fracaso? ¿Nunca pensaste que tus amigos quizás no son tan geniales, o que tus proyectos se mueven más por inercia que por deseo real?
-Intento ser positivo…
-¿Porque sí, o con fundamentos?
-¿Necesito otro fundamento además de “la vida sigue”?
-¿No te preguntaste eso a vos mismo?

Me quedé callado unos segundos. Intentaba concentrarme en la charla, pero en mi cabeza daba vueltas otra idea. Así que interrumpí el tópico:

-Ástrid…
-¿Qué pasa?
-¿Leíste el mensaje que te mandé?
-Claro que lo leí.
-¿Y qué pensás?
Ástrid terminó su café, hizo una pausa, y habló:
-Pienso que me gustaría seguir viéndote.
-¿Nada más?
-¿No responde tu mensaje el hecho que quiera que nos sigamos juntando?

Por supuesto que lo respondía, pero yo necesitaba más. Necesitaba saber qué pensaba de mí. Si disfruta realmente pasar ratos conmigo, si yo le gusto o no y, sobre todo, por qué.
Yo ya le había puesto en mi mensaje mis razones, pero las suyas seguían siendo un misterio para mí. ¿Cuánto más tenía que pasar hasta entender qué ocurría en su cabeza?

-Salgo a fumar un rato y vuelvo a entrar -dijo ella, como adivinando mis pensamientos, y se levantó.

Apenas un momento después que salió a fumar, fui a la caja y le pagué a la moza el desayuno. Entonces, salí a acompañarla.

-¿Qué pasó? -me dijo.
-Ya le pagué -contesté.
-Tomá mi parte -apuró, sacando el dinero de su billetera.
-No hace falta.
-Si no lo aceptás, prendo fuego los billetes.
-Ja ja, ¡exagerada! Bueno, dame tu parte entonces.
-Voy a la parada -dijo, tras darme la plata- ¿Vos para qué lado vas?
-¿Ya está? ¿Ya nos vamos?
-Sí.
-Bueno, está bien… te acompaño si querés.
-Dale.

Caminamos en silencio y, una vez en la parada, le pregunté sin dar vueltas:

-¿Te puedo volver a dar un beso?
-Sí, podés.
-¿En serio? ¿Ahora?
-Dale, tonto, dámelo.

Inmediatamente se lo di, pero no fue como el anterior. Esta vez la tomé de la cintura, y el beso fue largo y profundo. Mi corazón latía con mucha más fuerza en esta ocasión, pero mis ganas de ella vencieron al temblor de mi cuerpo.

Fue el mejor beso que tuve en mi vida.

-¿Te gustó? -pregunté, con mucha timidez, mientras nos mirábamos fijamente.

-Ahí viene mi colectivo - respondió ella, con una sonrisa, y apagando su cigarrillo, que había quedado colgando de su mano mientras nos besábamos.
-Pero… ¿Te gustó? -insistí, mientras el chofer arrimaba el vehículo a la vereda.
-Sí. Sos muy buen chico, ¿sabías?
-Me gustás muchísimo, pero muchísimo, ¿eso vos lo sabías? -repliqué.

Ástrid volvió a sonreír y, subió al colectivo.


PARTE 13 https://www.tomasbitocchi.com/2016/06/astrid-parte-13.html

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