El día después de anoche
Luego de enviarle el mensaje a Ástrid, salí de la habitación y pasé al baño. Cuando terminé, fui hasta la cocina, y me encontré con Martín, que estaba limpiando algunas cosas.
-¿Y? ¿Te gustó el cumple que te armamos? -me preguntó.
-Sí, la verdad que todos se portaron de diez -aseguré.
-Qué bueno. Che, ¿querés tomar un café o algo? Yo recién me hice uno.
-No, ya me estoy yendo.
-¿Y la chica? ¿No se va con vos?
-Eh… ¿Debería?
-Si podés hacerte cargo, buenísimo, si no yo después le ofrezco un desayuno y espero a que se vaya.
-¿No te jode si hacemos esa última opción?
Martín miró con gesto resignado. Como no quería tener ningún inconveniente con él, ni mucho menos parecer desagradecido, reculé:
-No, ¿sabés qué? Mejor voy un rato con ella. Ahora la despierto.
Volví a la habitación, y me senté a su lado. Era realmente una chica preciosa, por lo que no pude evitar mirarla detenidamente unos segundos.
Para despertarla, le toqué suavemente el pelo, y ella abrió lentamente los ojos. Cuando me vio, me saludó, y enseguida preguntó:
-Ay, por Dios, ¿qué hora es?
-No te preocupes por eso, está todo bien -contesté.
-Uh… perdoná, me quedé re dormida…
-No hay problema, no es mi casa, ja ja.
-¿No? ¿De quién es? -preguntó, confundida.
-De Martín, ¿lo ubicás, no?
-Sí, sí, claro. Mauro nos contó del grupito que tienen ustedes.
-¿Lo conocés a Mauro?
-Sí, es compañero de Martu.
-¿Y vos de dónde la conocés a ella?
-Yo laburé con ella en otra empresa. Cuando se recibió se fue a trabajar con ustedes, pero nos seguimos hablando.
-Igual, yo entré después que ella -aclaré.
-Lo sé. Ella me habló de vos.
-¿En serio? Ja ja, ¿qué te dijo?
-Básicamente que le gustás. Bah, me dijo que a todas les gustás.
-Bueno, deben exagerar bastante…
-No sé. A mí me contó que no sólo sos re buen pibe, sino que también tenés mucho talento, que desde que estás laburan mucho mejor.
En ese momento, creo que me sonrojé un poco. Luego, continuó hablando:
-Además de todo eso, sos muy pero muy lindo, aunque creo que ya te lo deben haber dicho mil veces…
-Gracias, en serio -atiné a contestar.
-Y, si me dejás seguir elogiándote un poco más, quisiera decirte que me re gustó cómo la pasamos anoche.
-El sentimiento es mutuo. Digamos que… me dejaste sin aire, ja ja.
-¡Tonto! Ja ja, ¿Martu te contó algo de mí?
-La verdad que no.
-Uh… bueno, parece que me vas a tener que conocer por tu cuenta -agregó, con una sonrisa seductora.
-Me encantaría -respondí- Pero tengo que hacerte una pregunta odiosa…
-¿Cuál? -consultó, con gesto de intriga.
-¿Cómo era tu nombre? Perdón que te lo pregunte así, es que ayer estaba borracho y la verdad no cazaba una. Perdón, en serio -le expliqué, muerto de vergüenza.
-Ay, divino, ¡se te cae la cara de vergüenza! Ja ja.
-Perdón.
-No me pidas perdón. Me llamo Helena.
-Gracias, disculpá otra vez -dije, aliviado.
-No hay problema, ahora ya sabés cómo agendarme en el celu… ja ja.
-¿Me pasaste tu número también y no lo recuerdo?
-¡No! Ja ja, ¡no te lo pasé! Pero te lo podría pasar ahora, si querés.
-Dale.
Me pasó su número, y yo la agendé enseguida, tras lo que le envié un mensaje así ella también guardaba mi número de teléfono.
-¿Quedó alguien más en el departamento? -preguntó, repentinamente.
-No, sólo vos, yo y Martín.
-Uh, la puta madre… soy una desubicada.
-Despreocupate, en serio. Martín es re buena onda.
-Me quedo un poco más tranquila entonces. Che, ¿vos tenés novia? Porque ayer me dijiste que estabas bajoneado, creo. Yo también estaba en pedo, así que tampoco me acuerdo algunas cosas, ja ja. O sea, me acuerdo que algo así dijiste, pero no sé si era porque te peleaste con ella o no sé qué. Igual, todo bien si estás de novio, yo no te voy a juzgar ni nada -aclaró.
-No, estaba bajoneado porque me había besado con una chica, y…
-¡Ah! Ya me acuerdo. Yo te dije que ella era una frígida, ¿no?
-Sí…
-Perdoná, lo habré dicho para hacerte sentir mejor, pero la verdad ni la conozco a la mina, no quise ser ofensiva. Estaba bastante en pedo, ya te dije.
-No te hagas problema, prefiero ni hablar de eso.
-Ok. Entonces, ¿no estás de novio?
-No, estoy soltero.
-¿Y sin apuros? Ja ja.
-¿No estamos siempre apurados por dejar de estarlo?
-Es que nos asusta la soledad -lamentó.
-¿Ser soltero es lo mismo que estar solo? -cuestioné.
-Hay que ser muy valiente para vivir en soledad.
-¿Vos creés que la soledad es una decisión?
-Y sí. ¿Acaso tener contacto con otras personas no es una decisión también?
-Sí, lo es.
-Creo que hay que buscar un balance para todo, ni estar completamente en soledad, ni estar demasiado rodeado de gente. En algún momento necesitamos un tiempo para nosotros mismos también.
-Además, no todo se puede vivir en grupo.
-No, no se puede -confirmó.
Tras su último comentario, me sentí un poco aliviado de poder charlar bien con ella. Ya me había pasado varias veces intentar conversar con otra persona, y no sentir el mismo interés de la otra parte en cuanto al tema que tocábamos. Me intrigó saber si a ella le había pasado alguna vez:
-¿Nunca sentiste que hay temas que no podés hablar con otras personas?
-¿A qué te referís? -consultó.
-Por ejemplo, a lo que estamos hablando ahora, porque la verdad es que a mucha gente directamente no le importa tocar estos tópicos, y te dice cosas como “ya fue, hablemos de otra cosa”, y vos quedás como… colgado.
-Sí, mil veces. Con mis amigas no puedo sacar un tema así porque se mueren de aburrimiento. Ellas me dicen que no se preocupan por estas cosas porque “viven el momento”.
-Te entiendo…
-Es gracioso porque, en realidad, todos “vivimos el momento”, sólo que no sé si lo más sano es atravesar cada experiencia como una situación aislada. De alguna forma, todo lo que pasa en nuestra vida está conectado con algo que ya pasó o que queremos que pase.
-¿Todo lo que hacemos persigue un deseo oculto?
-Yo creo que sí, ¿vos qué pensás?
-Pienso lo mismo que vos.
En ese instante, ella hizo una pausa antes de hablar, y me miró fijamente:
-¿Te puedo preguntar algo?
-Sí, decime.
-¿Puedo darte un beso?
-Ya me diste mucho más que besos… -bromeé, mientras me sonreía.
-Qué hermosa sonrisa tenés.
-Vos sos hermosa por completo. Tus ojos y nariz chiquitas, tu pelo lacio, tus dientes perfectos.
-También me gusta cómo hablás.
-Y a mí cómo pensás. De hecho, me llama la atención que seas amiga de Martina, porque a ella no se le da mucho hablar de cosas que no tengan que ver con temas superficiales.
-Es que tiene muy buen corazón Martu, por eso la banco siempre. No será una chica con mucha conciencia sobre qué pasa a su alrededor, pero es realmente una amiga de oro…
-¿Me vas a dar el beso que me pediste? -interrumpí.
Helena se mordió el labio, y enseguida nos besamos por un rato. Cuando nos separamos, me dijo que tenía que irse, porque la esperaban sus padres en la casa.
-¿Vivís con tus viejos? -consulté.
-Sí, por eso tengo que irme, porque si no se ponen medio densos con la hora a la que vuelvo.
Me quedé mirándola con algo de sorpresa.
-¿Qué pasa? -indagó.
-No, nada. Es que… creo que te llevo algunos años.
-¿Para vos la edad es importante?
-No, la verdad no.
-Entonces ni pienses en eso -contestó, dándome otro pequeño beso.
Luego se vistió, y ambos abandonamos el cuarto. Ella pasó al baño, y ahí yo aproveché para mirar mi celular: Tenía un mensaje de Ástrid, pero creí que iba a ser mejor leerlo una vez que estuviera solo, por más que la ansiedad de saber qué me escribió fuera gigantesca. En ese momento me sentía bien, y no quería arriesgarme a arruinar eso.
Al salir del baño, Helena se disculpó con Martín por quedarse hasta esa hora. Él le ofreció que desayunáramos los tres, pero ella prefirió irse, y yo la acompañé.
Martín nos escoltó hasta la entrada del edificio, y se despidió.
Una vez en la calle, ella me dijo que se tenía que ir por el lado contrario al que yo iba.
-¿Me vas a volver a hablar? -apuró, sonriendo.
-Sólo si te pareció interesante que nos conociéramos.
-Me pareció muy interesante…
-Bueno, hablamos pronto entonces.
-Dale -contestó, tras lo que me besó una vez más, y se fue.
Minutos después, saqué mi celular, y leí la respuesta de Ástrid.
PARTE 12 https://www.tomasbitocchi.com/2016/05/astrid-parte-13.html
Excelente! hasta se puede llegar a entender a Astrid. A veces uno vive en un planeta completamente diferente y muchas acciones en otras personas ya son predecibles y uno tiene miedo de tener razón, cuesta más animarse, todo siempre "se va al carajo", pero suele llegar un punto en el que te cansás de mandar a la mierda a todos... c:
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