Subió una señora de unos sesenta años al colectivo, lleno, como de costumbre. Avanzó hasta los asientos del fondo, puesto que los que tenían prioridad estaban ocupados por personas con algún tipo de deficiencia.
Al llegar a uno de los individuales le pidió a un joven el lugar; él estaba escuchando música, por lo que no la oyó. A continuación, tocó su hombro:
-¿Qué pasa? -dijo el chico, sorprendido
-¿No me das el asiento? -apuró gentilmente la señora
-No, estoy cansado, disculpá
-Soy una señora grande… ¿no podrías hacer el esfuerzo?
-No -replicó aprensivamente el muchacho, y reiteró sus disculpas
La mujer, indignada, levantó los brazos y miró alrededor en busca de algún tipo de apoyo.
Al notar la total abstracción de los pasajeros, le habló a una chica, que estaba leyendo una novela de Poe:
-¿A vos te parece?, toda una vida de trabajo, todo el día a las corridas… ¡y me niegan el asiento!
La jovencita le contestó sólo con una breve mirada, y enseguida prosiguió su lectura.
Aún más azorada que hacía unos momentos, la sexagenaria se dirigió a un chico que estaba repasando para un examen y, ya con tono imperativo, arrojó:
-Dame el lugar por favor
-No -contestó de mala gana el estudiante, sin siquiera levantar la vista
-¡Dámelo! -gritó ella, mientras lo tomaba del hombro
-¡Suélteme señora! ¿Quién se cree que es?
-¡Alguien que se rompió el alma toda su vida y solamente quiere sentarse para descansar en el camino a casa!
-Cállese señora -interrumpió, airada, una chica bien vestida, que previamente chateaba con el celular
-¡No me calles pendeja!
-Todos estamos cansados señora, no se puede hacer sólo lo que usted quiere -atinó la joven que leía a Poe
-Debería importarles el respeto a los mayores, por eso esta sociedad está arruinada, se perdieron los valores verdaderos -proclamó la agitadora
-No señora -interrumpió el estudiante- esta sociedad fue arruinada por su generación, política e ideológicamente
-Es increíble lo que estoy escuchando, ustedes tendrían que…
-¿Usted cree que a nosotras, las chicas jóvenes, nos gusta que las viejas nos impongan prototipos de vida machistas? -irrumpió violentamente la lectora- Estoy harta de que los tipos me acosen sólo porque creen que voy a aflojar por su insistencia, ¿sabe de dónde sacaron eso? ¡De mujeres de su tipo!
-Váyase señora -pidió la chica del celular
-Sí, bájese -agregó el estudiante
La mujer, dolida y resignada, descendió del colectivo y emprendió a pie el camino hacia su casa.
En el trayecto, aún consternada, llamó a su marido:
-Hola, ¿ya estás llegando? -atendió él
-Sí, estoy a unas cuadras, ¿ya comiste?
-No no, cuando llegues me cocinás algo
-¿No pudiste hacerte algo vos? Sabés que vuelvo cansada, y que encima tengo que levantarme temprano a la mañana para hacerte el desayuno…
-La cocina no es mi lugar, dale, que sos buena cocinera
-Bueno, está bien –respondió, entre suspiros- en un minuto estoy
Tras cortar el teléfono caminó unos metros más, hasta llegar a una cuadra de su hogar. Se sentó en la entrada de una casa y, luego de mirar por algún tiempo un punto fijo, comenzó a llorar.
Después de varios minutos de lamento, secó sus lágrimas y fue a hacerle la cena a su esposo.
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