-Hola
-Hola
-...
-¿No vas a hablarme?
-Es que no sé qué decirte...
-¿Y para qué me dijiste de juntarnos?
-Sólo quería verte y darte un beso, ¿puedo?
-Claro que podés verme, ¿no te das cuenta que vine?
-Sí, ¿y el beso puedo dártelo?
-No.
-Por favor, no te voy a molestar más si me lo das.
-No.
-Por favor te lo pido, quiero dejar de ser infeliz.
-Ya te dije ochenta veces que no, me tenés harta, estoy muy cansada de esta situación.
-Pero yo te amo.
-¡No me importa! Lo nuestro se terminó hace meses, ¿entendés? se ter-mi-nó.
Instantáneamente, él empezó a llorar. Ella lo miró un momento, y sentenció:
-¿Encima llorás? sos ridículo, das lástima. Al pedo me hiciste venir.
Y ella se fue, sin saludar. Él estuvo varias horas más, sentado en la calle, contra la pared, entre ruido de autos y personas de fondo.
De alguna forma, volvió a tomar fuerzas, se levantó, cargó la SUBE para viajar, y regresó a su casa. Cenó con sus padres, miró su celular y se fue a dormir.
Al día siguiente se levantó temprano, desayunó, y se vistió para ir a trabajar, extrañado de que la vida siguiera con total normalidad.
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