Y ahí estabas, desnuda, durmiendo. Besé tu espalda, y despertaste preguntándome quién era.
Te dije que hacía mucho te esperaba, y me aseguraste que el sueño duraba más que el cuerpo. Proyecté mi felicidad hasta el fin de mis días con vos y, después de esa mañana, nunca más te volví a ver.
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