Las islas Malvinas son una causa a
nivel nacional, aunque en ellas no viven argentinos hace casi dos siglos,
lo que creó dudas sobre los métodos que el Gobierno Nacional utiliza para negociar
su soberanía
La Guerra de Malvinas de 1982 dejó una marca imborrable en la
identidad de los argentinos, quienes son educados desde la escuela primaria en que
los viven en las islas son una suerte de usurpadores. Gerardo López Alonso, profesor
de Análisis Internacional en la Universidad Austral, es un estudioso de las
relaciones diplomáticas entre Argentina y Gran Bretaña y además tuvo la oportunidad
de viajar a las islas y tener un encuentro directo con los habitantes del suelo
en disputa.
“Las Malvinas son británicas desde 1833”, comienza el profesor
y añade que “el único que le prestó atención fue Rosas, que hasta intentó
canjearlas por una deuda que el país tenía con Gran Bretaña. Los ingleses
respondieron que el canje no era posible porque las islas ya eran suyas”.
-¿Los argentinos tenían presente a las Malvinas en aquel
momento?
-No, de hecho, recién después de casi un siglo volvieron a
mencionarse, poco antes de que Perón fuera presidente. Nada pasó antes de eso
excepto un tratado, firmado por Rosas en 1849, que decretaba una “amistad
perfecta” con los ingleses, con el fin de terminar cualquier hostilidad. Allí las
islas no se mencionaban.
-¿En algún momento se estuvo realmente cerca de recuperarlas?
-Sí, en los ’60, con el gobierno de Illia, en el auge de la
descolonización de África, el Canciller británico acordó con Argentina tramitar
el cambio de mando, pero al llegar ante su Primer Ministro, recibió una
negativa rotunda.
El profesor explica que hasta la Guerra de Malvinas el tema
se olvidó, sobre todo desde el punto de vista diplomático, y que recién se
reanudó en 1982.
-¿Cómo dejó posicionada la guerra a Argentina?
-Mal, perdió credibilidad y echó por la borda cualquier
chance que se tuviera al momento. Si para ese entonces la mayoría de las
naciones desconocía la causa, la guerra fue la peor carta de presentación.
-¿Qué relevancia tiene en el mundo esta disputa?
-Poca o nula, la verdad es que es un micro-problema que concierne
a dos países, de los cuales uno es una potencia y el otro del tercer mundo. Por
eso sostengo que lo ideal es apuntar al pueblo de Malvinas, y no a la
politiquería con Gran Bretaña.
En los años ´90, comenta López Alonso, el Canciller Guido Di
Tella impulsó la idea de tener intercambio turístico con las islas, y enviar
presentes a la población, para mostrar la “buena voluntad” argentina. Esto fue descartado
por las autoridades del entonces Presidente Carlos Menem.
-¿Qué estrategia utiliza el Gobierno actual para continuar la
causa?
-La de negar los deseos del pueblo kelper y exacerbar el
nacionalismo. Yo tuve la oportunidad de viajar a Malvinas, y hablé con algunos
de los que fueron al último encuentro entre las comitivas de ambos países.
-¿Qué pasó en esa reunión?
-De nuestro lado fueron la Presidenta Fernández y el
Canciller Timerman, y del otro siete kelpers, entre ellos el Gobernador. Cuando
Cristina entró en la sala donde esperaban los malvinenses, les negó el saludo y
también rehusó aceptar una carta que ellos le habían escrito. Eso es la
antítesis de la diplomacia.
López Alonso detalló que en la reunión del lado argentino se negó
cualquier responsabilidad en la guerra, refiriendo que el gobierno militar de
esa época no era querido por la gente, y que hoy se condena esa gesta militar.
Del lado británico el argumento es muy claro: Argentina no cambió su entidad
política desde el fin de la guerra, lo que invalida el argumento de “nosotros
no lo hicimos”.
-¿Por qué Cristina tomó esa postura? ¿Qué beneficios obtiene?
-Obtiene el beneficio publicitario a nivel nacional, donde
llega y dice que no acepta intimidaciones, ni cede ante imperialistas, cuando
la realidad es que lo que hace ella, que se dice bastión de la democracia, es
no respetar los deseos de todo un pueblo, que ya lleva tres generaciones allí.
El profesor termina exponiendo cómo el desconocimiento de las
autoridades argentinas de la vida y el legado de la guerra en las Islas
Malvinas son un factor importantísimo a la hora de las negociaciones. Esto se
debe a que aquí se entiende que hay que negociar con Gran Bretaña. Sin embargo
las islas están lejos de Europa, por eso la táctica parece estar fuera de foco.
-¿Cuál es el camino entonces, profesor?
-Tratar de llegar al pueblo kelper, mostrarles que no somos
prepotentes, que hay una intención de integrarlos. Ellos están muy conformes
políticamente, por lo que negociar desde ese lugar es una tarea muy compleja.
El camino está en Malvinas, no en Londres.
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